Kitabı oxu: «Revistas para la democracia. El papel de la prensa no diaria durante la Transición», səhifə 4

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2. LA NOVEDAD Y EL ÉXITO DE LA INFORMACIÓN CRÍTICA: LOS MODELOS COMPLEMENTARIOS DE CAMBIO 16 E INTERVIÚ

Jaume Guillamet José Reig Cruañes

La no autorización de revistas de información general y política es una arbitrariedad llamativa en la aplicación de la Ley de Prensa e Imprenta de 1966. Ya había sucedido en sus inicios con el semanario en catalán Tele/Estel (1966-1970), pero el caso más significativo es el de Cambio 16 (1971-), a la que solo se dio permiso de publicación como «revista de economía y sociología», siendo vicepresidente del Gobierno el almirante Luis Carrero Blanco, antes de que el «generalísimo» Francisco Franco renunciara al ejercicio directo de la presidencia. Una vez autorizada a tratar libremente la información general en 1974, siendo ministro de Información y Turismo Pío Cabanillas Gallas, en el primer Gobierno de Carlos Arias Navarro, nuevos semanarios siguieron el ejemplo –Doblón (1974-1976), Posible (1974-1978) y Opinión (1976-1978), entre otros–, pero ninguno alcanzó su difusión, impacto ni influencia. Las cifras de Cambio 16 en 1975 doblaron a las de las revistas ilustradas que en ese mismo año inician su decadencia y en 1976 casi las quintuplican, superando las de los principales diarios.

La rápida expansión de Cambio 16 –recreando el modelo de los newsmagazines estadounidenses Time y Newsweek, que Mundo (1940-1978) se había atrevido a adoptar en 1966, pagándolo con un secuestro y una suspensión de dos meses– la coloca en una posición delantera en influencia, difusión y popularidad, que solo será superada por una revista muy distinta y de éxito aún mayor como Interviú (1976-2018). Si algún precedente tuvo este último semanario de escándalos políticos, sociales y criminales, con portadas y reportajes de desnudos femeninos, sería Sábado Gráfico (1956-1983) –fundado por el periodista Eugenio Suárez Gómez, editor asimismo del semanario de sucesos El Caso (1952-1987)–, víctima también de suspensiones, secuestros y sanciones gubernativas que no cesaron durante la Transición.

La novedad de una información crítica en todos los aspectos de la vida pública es la gran aportación de la prensa semanal ya en vísperas de la Transición, antes de que la prensa diaria afronte la profunda renovación de temas, estilos y lenguajes que inaugurarán el matutino El País y el vespertino Diario 16, en el primer año de Monarquía. Ello explica, probablemente, unos picos de ventas muy superiores a cualquier diario y a las revistas ilustradas, que decaen rápidamente, como los 348.081 ejemplares (1976) de Cambio 16 y los 712.385 ejemplares (1978) de Interviú, así como las cuotas de mercado mantenidas durante la retracción del mercado semanal de los años siguientes.1 Ambos semanarios son el origen de sendos grupos editoriales, en los que destacan los diarios Diario 16 (1976-2001) y El Periódico de Catalunya (1978-) y la revista política Tiempo de Hoy (1982-2018), destinada a competir con Cambio 16. Ambos son objeto de sanciones, secuestros y denuncias gubernativas, así como de ataques y polémicas de la prensa más conservadora, que solo contribuyen a aumentar su popularidad. Ambos se caracterizan por un lenguaje directo, incisivo y atrevido, descarado incluso, que trasluce muy visiblemente desde portadas y titulares.

Con objetivos editoriales y estilos periodísticos muy distintos, Cambio 16 e Interviú ejercen una influencia política muy notable e inspiran los modelos de comportamiento de otras publicaciones. Cambio 16, fundado en Madrid por un grupo inicial de dieciséis accionistas2 procedentes de sectores profesionales y universitarios, tiene una vocación netamente política: «Hacemos periodismo porque no podemos hacer política», según el sociólogo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Luis González Seara, presidente del Consejo de Administración de la empresa editora Información y Publicaciones S. A. (Fontes y Menéndez, 2004; Díaz Dorronsoro, 2012). Cambio 16 se inspira en Newsweek, a propuesta de Juan Tomás de Salas, consejero delegado, y Ricardo Utrilla, director de publicaciones (Díaz Dorronsoro, 2012: 9). El modelo adoptado se caracteriza por la autoría anónima de las informaciones, reservando las firmas para algunas colaboraciones regulares y tribunas de opinión, además de un comentario semanal de temas laborales de José Manuel Arija, una columna humorística de Carmen Rico-Godoy y una viñeta de Forges. Con honores destacados, Camilo José Cela, miembro de la Real Academia de la Lengua Española, publica una sección de comentario político a favor de la reforma política, en una línea parecida a los editoriales de la revista, desde enero de 1976 hasta junio de 1977.

Interviú, fundada en Barcelona por Antonio Asensio Pizarro, propietario de un taller de fotocomposición y grabado, es una revista con vocación popular alejada del modelo de las revistas políticas, si bien no renuncia a esa temática, que combina con la investigación de temas de actualidad, los sucesos y el llamado «destape» del cuerpo femenino, común al cine de estos mismos años. El modelo de revista se completa con la presencia de colaboradores ideológicamente diversos e incluso contrapuestos como Manuel Vázquez Montalbán, Emilio Romero, José Luis de Vilallonga, Xavier Vinader, Fernando Vizcaíno Casas y el dibujante Martín Morales, si bien los artículos del director, Antonio Álvarez Solís, procedente de La Vanguardia, expresan opiniones de centroizquierda. La revista no publica artículos editoriales.

Las diferencias de modelo entre ambas revistas –Cambio 16 cubre semanalmente la información política, mientras que Interviú ofrece reportajes, entrevistas y artículos de actualidad a un público más amplio, sin estar sujeta al seguimiento estricto de los hechos noticiables– permiten entender la compatibilidad de sus éxitos respectivos en el mercado. El estudio de los comportamientos políticos respectivos se adecúa a objetivos editoriales y contenidos periodísticos diferenciados. A través de las portadas y los artículos editoriales de Cambio 16 se obtiene un relato crítico y una tribuna abierta sobre los hechos y las actitudes de la Transición, mientras que a través de las portadas, artículos, reportajes y entrevistas de Interviú –que no ofrece artículo editorial ni un seguimiento continuado de la información– se obtiene una miscelánea de los temas, personajes, problemas, denuncias y escándalos que caracterizan críticamente el periodo. Podría decirse que, si aquella se especializa en el mundo político y sus actores, esta se orienta a lo social y se especializa en la crítica de las costumbres y la revisión de las actitudes.

CAMBIO 16, RELATO CRÍTICO Y TRIBUNA ABIERTA A LA IZQUIERDA

El análisis del comportamiento político de Cambio 16 permite ajustar con cierto detalle el juicio adelantado por Fuentes y Fernández Sebastián (1997: 321) según el cual esta revista, como los diarios El País y Diario 16,3 habría sido «más o menos» próxima al PSOE, aunque respaldó las líneas generales de la política de Suárez. Se trata, claramente, de una revista que va por libre, condicionada y perseguida por los gobiernos sucesivos de Arias Navarro, que apoya críticamente la reforma, con un relato nítido y transparente de los conflictos políticos y sociales. Lo confirma el análisis de la línea editorial, expresada sucintamente en los títulos de portada y los breves artículos editoriales que abren cada número, que muestra una pronta desconfianza y descalificación del Gobierno de Carlos Arias Navarro, un apoyo pragmático, a la vez que crítico, del Gobierno de Adolfo Suárez y una actitud abierta a la oposición democrática.

Ese último aspecto queda netamente perfilado en los dos editoriales previos a las elecciones del 15 de junio de 1977,4 en los que Cambio 16 se da por satisfecha con las encuestas que dan una previsión de victoria a la Unión de Centro Democrático (30-40 %), seguida de Partido Socialista Obrero Español (25 %), Alianza Popular (menos del 15 %) y Partido Comunista de España (cerca del 10 %).5 Esas son las opciones de voto que aconseja a sus lectores, de acuerdo con los principales perfiles, ya que lo demás son votos nacionalistas o «se los lleva el viento». Con un resultado así, «la democracia en España sería posible». Es cierto que hay una portada dedicada al «Huracán Felipe» y una inclinación por el PSOE al indicarlo como voto útil de la izquierda, pero las tomas de posición de los directivos de la empresa editora son a favor de Suárez. El presidente del Consejo de Administración, Luis González Seara, dimite para ser candidato de la UCD al Senado por Orense y el secretario, Alejando Muñoz Alonso, firma un artículo6 de neto elogio a Suárez.

A pesar de haber sido perseguido por el Gobierno anterior –con un reciente secuestro gubernativo el 12 de mayo de 1975–, Cambio 16 muestra cierta esperanza ante el primer Gabinete de la Monarquía también presidido por Arias. A diferencia de las declinantes revistas ilustradas, el semanario crítico despide a Franco con un número extraordinario en el que destacan la frialdad de una portada en negro con dos únicas palabras –«La muerte»– y los artículos de dos historiadores: el hispanista británico Hugh Thomas, autor de una celebrada historia de la Guerra Civil por entonces aún no traducida al castellano, y Manuel Tuñón de Lara, radicado en la universidad francesa de Pau. Pero la esperanza se transforma en decepción con el secuestro gubernativo del número siguiente por un editorial de claro apoyo al mensaje del nuevo Rey y un expediente administrativo posterior por un artículo de Alejandro Muñoz Alonso titulado «En el umbral del cambio».

La primera revista de información del país, con una tirada superior a los 300.000 ejemplares semanales y con más de un millón de lectores, fue secuestrada en la primera semana de este nuevo reinado que tantas esperanzas ha suscitado [...] El optimismo, a pesar de todo, no decae; pero se impacienta.7

La respuesta de Cambio 16 es la portada de la segunda semana de diciembre, en la que el Rey trata de zafarse del peso aplastador de un elefante, y el cuestionamiento sistemático de la voluntad reformadora de Arias en portadas, editoriales e informaciones. Aun así, el año 1976 puede ser saludado con el deseo de un «Feliz año libre»8 y el reconocimiento de que el nuevo es un Gobierno «como el que no habíamos tenido en cuarenta años» y que «tres años de guerra atroz y treinta y tantos años de postguerra sin remedio están llegando a su fin», con la apertura de «una puerta, una amplia puerta, al futuro y la esperanza».

Pero las portadas y los editoriales de los meses siguientes muestran una desconfianza y una invitación insistente a un cambio rápido: «Democracia, que se vea»,9 «Desafío al Gobierno»,10 «Bunker, bunker»,11 «Frenazo Arias»,12 «Todos contra Arias»,13 «Contra violencia, libertad»,14 «Está que arde»,15 «Semana trágica» y «Se acabó el tiempo»,16 «El Gobierno se rompe»,17 «Hipocresía de los reformistas de papel»,18 «El búnker no se rinde» y «Elecciones, por favor»,19 «A votar, ya»,20 «Socialistas, aquí estamos»,21 «El Rey se preocupa: Arias lo para todo».22 El editorial de este primer número de mayo motiva el secuestro de la primera edición y en la segunda se recomienda la lectura de Newsweek por unas palabras del rey descalificadoras de Arias:23 «Si sabe inglés, compre Newsweek».

Las portadas y los editoriales continúan siendo críticos: «Europa desconfía»,24 «A pesar de Arias, el Rey con la oposición»,25 «Violencia en España. Libertad que no llega»,26 «Don Juan no se fía»,27 «El rey que viajó» y «La dictablanda».28 Una caricatura del rey Juan Carlos bailando a lo Fred Astaire en Nueva York, firmada por Didot + Ortega, causa un gran enfado al presidente del Gobierno, que pretende suspender la revista por cuatro meses y ordena la retirada de publicidad oficial a la prensa crítica, según el testimonio de la discusión habida en el Consejo de Ministros, legado por el titular de Asuntos Exteriores, José María de Areilza (1977: 195-197). Cambio 16, que ya había pedido la supresión del Ministerio de Información y Turismo,29 defiende la necesidad de una prensa libre sometida tan solo a los tribunales ordinarios.30

En estas circunstancias, los apoyos internacionales son de gran relieve (Díaz, 2012: 9, 161). Además de Le Monde, tiene mucha relevancia que The Washington Post, recientes los ecos de su victoria sobre el presidente norteamericano Richard Nixon en el caso Watergate, dedique un editorial a Cambio 16. La editora Katharina Graham, que lo es también de Newsweek, aprovecha una visita a España por esos mismos días para ir a la redacción de la revista, que ya se presenta como la quinta de esas características, después de Time y Newsweek, la alemana Der Spiegel y la francesa L’Express.31

El estupor y la decepción con que se recibe el nombramiento por el rey de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, en España y en el extranjero, dejan paso a una expectativa sobre lo que pueda hacer. Reconociendo muy pronto su voluntad reformista, Cambio 16 le muestra un apoyo pragmático acompañado de una crítica vigilante y un apoyo visible a la actividad creciente de la oposición. La amnistía «dentro de un orden», que Arias se había negado a considerar, fortalece a ese Gobierno «nacido con mal pie».32 «Suárez pasó la prueba»,33 pero se le reclama una gestión más eficaz de la desarticulación del terrorismo de ETA y los GRAPO, así como un cambio en las fuerzas de orden público, tras las 30 víctimas mortales –cifra que irá creciendo– acumuladas en pocos meses y dos oleadas de bombas sin explicaciones.34 Hay que cambiar de arriba abajo la política de orden público, reformar la policía y la Guardia Civil,35 así como acabar con la «guerra civil larvada» que se desarrolla en el País Vasco, con semillas de hace 40 años y la extrema derecha campando descontrolada.36

Terrorismo, policía e, indirectamente, ejército conforman una línea de crítica abierta y sostenida de la acción del Gobierno que la revista hace compatible con el impulso y aplauso del progreso de la reforma política. La disolución de la Brigada Político Social hace desear que salga bien la reforma de unas fuerzas de orden público muy marcadas por su pasado dictatorial y represor.37 La atención prestada a las salpicaduras españolas de los sobornos militares de la empresa aeroespacial norteamericana Lookheed permite dar un toque de atención al Ejército.38 Con la crítica también clara a la esterilidad de las instancias unitarias de la oposición, que causan cansancio e irritación,39 la revista se siente autorizada a pedir al Gobierno que acoja las propuestas razonables que se le hacen.40

La posición ante el referéndum de la reforma no puede ser otra que favorable: tiene razón el Gobierno porque se trata de acabar con la dictadura, también la oposición que pide la abstención porque no se ha podido debatir libremente, pero «nadie puede encogerse de hombros».41 Tras una votación marcada por el extraño secuestro del presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo, la «gran derrota del franquismo en las urnas» empuja al Gobierno hacia delante y carga de responsabilidad a la oposición.42 El balance de 1976 es que ha sido un año duro pero lleno de esperanza, con poco avance jurídico, pero mucho político y social, con el Rey fiel al discurso de la Corona. Buenos augurios, pero mucho camino por hacer.43

Ante la aplicación de la Ley de Reforma Política y la preparación de las elecciones previstas para junio de 1977, Cambio 16 insiste en la unión de Gobierno –que no puede con todo sin la transformación de los aparatos del Estado– y oposición, necesidad acentuada por el encadenamiento de los secuestros y atentados terroristas de los primeros meses, con los diez muertos de Madrid por la extrema derecha y la extrema izquierda, en apenas una semana. Tras el editorial conjunto de los diarios de Madrid del 29 de enero, Cambio 16 lanza un doble mensaje: «De paso atrás, nada» y «Lealtad»44 como requisito básico, con la calma de todos, para ganar la batalla contra la monarquía democrática. Y subraya el papel de la prensa, que «hizo lo que pudo en favor de la paz con una unanimidad probablemente inédita en el periodismo mundial».

La sospecha de una mano oculta que mueve las acciones del misterioso GRAPO se refuerza tras la resolución policial de los secuestros de Oriol y del presidente del Consejo Supremo de Justicia Militar, Emilio Villaescusa, lo que acentúa la necesidad de cambios en la policía, «cambiar de verdad».45 Una sospecha que, en cuanto a la extrema derecha, se señala en los aledaños de Fuerza Nueva y del sindicalismo falangista, «el sindicato del crimen». La bienvenida crítica y esperanzada a la legalización del PCE, con la desaparición simultánea del Movimiento y de la censura de prensa implícita en el artículo 2 de la Ley Fraga, son «dos enormes zancadas hacia la normalidad».46 El aplauso de la candidatura electoral de Suárez como garantía ante el retorno de los «brujos» Fraga y Arias47 es acompañada de la denuncia de la ceguera del Gobierno ante un «Euskadi en llamas». Con este sabor agridulce, Cambio 16 saluda los resultados electorales ya comentados con el deseo de «enterrar la guerra civil y volver los fantasmas a sus tumbas».

Ese relato crítico del proceso de cambio, con un apoyo al Gobierno acompañado de permanentes reproches, se complementa con una tribuna de opinión abierta de forma destacada a la oposición de izquierda, principalmente a las diversas formaciones socialistas, en menor grado a comunistas y a algunas formaciones de extrema izquierda. En cuanto al Partido Socialista Obrero Español, destacan tres artículos de Felipe González,48 otros tres de Julio Feo,49 cuatro de Ignacio Sotelo50 y dos de Pablo Castellano,51 uno en nombre de la Unión General de Trabajadores, además de artículos de Luis Solana,52 Luis Yáñez-Barnuevo,53 Enrique Barón,54 Luis Gómez Llorente55 y Enrique Múgica Herzog,56 así como uno firmado conjuntamente por Virgilio Zapatero, Francisco Bustelo y Ciriaco de Vicente.57 En cuanto al Partido Socialista Popular, dos artículos de Enrique Tierno Galván58 y uno Raúl Morodo,59 así como uno de Joan E. Garcés60 (Partit Socialista del País Valencià) y tres de los dirigentes de partidos catalanes Amadeu Cuito61 (Partit Socialista de Catalunya - Reagrupament), Isidre Molas62 y Ernest Lluch63 (Partit Socialista de Catalunya - Congrés).

En cuanto al Partido Comunista de España, hay sendos artículos de Pilar Brabo Castells,64 Ramón Tamames,65 Jaime Ballesteros66 y Santiago Carrillo,67 este último después de legalizada su residencia en España. Más a la izquierda, hay un artículo de Jaime Pastor,68 de la Liga Comunista Revolucionaria. En cuanto a formaciones nacionalistas, hay artículos de Ramón Trías Fargas69 de Esquerra Democràtica de Catalunya, del abogado de la izquierda vasca Juan María Bandrés70 y de Carlos Garaicoechea71 del Partido Nacionalista Vasco.

En la atención dedicada permanentemente al mundo laboral, Cambio 16 publica diversas tribunas de dirigentes de los sindicatos de izquierda en las que aparecen tres artículos de Nicolás Redondo72 y el ya citado de Castellano por la Unión General de Trabajadores, dos de Marcelino Camacho73 y dos de Julián Ariza74 por Comisiones Obreras, dos de José María Zufiaur75 y uno de Manuel Zaguirre76 por la Unión Sindical Obrera, uno de José Luis Fernández Naves77 de Plataformas Anticapitalistas y uno de Juan Gómez Casas78 de la CNT.

INTERVIÚ, REMOVIENDO LASTRES Y FALSOS CONSENSOS

Al igual que Cambio 16, la revista Interviú huyó siempre de los dos modelos al uso entre los semanarios de la España del final del franquismo y comienzos de la democracia: ni revista política al estilo de Triunfo; ni semanario del «corazón» o de sociedad, como las muy leídas Hola o Lecturas. Si acaso, se inscribe formalmente en el grupo de las llamadas «revistas ilustradas», como Gaceta Ilustrada o Sábado Gráfico, que puede considerarse como su verdadero precedente, salvo por que los fundadores de Interviú quisieron buscar su nicho de mercado en una orientación hacia temas «sociales» y «sucesos» de impacto, preferiblemente con un tratamiento que roza el sensacionalismo y unas portadas, también atrevidas, que cultivan el desnudo femenino.

Si nos atenemos a la filosofía que se proclama desde el editorial de presentación del primer número de la revista, el 22 de mayo de 1976, la opción queda meridianamente clara: «Lo de cumplir una misión social informando y orientando a la opinión púbica [...] ya no lo hace nadie [...] la actualidad es el conjunto de golpes que nos lanzan a la cara, al hígado o al corazón un consumado boxeador de completísima e imprevisible técnica que se llama la vida».79 He ahí todo un proyecto editorial centrado en la búsqueda del impacto. La fórmula tuvo tanto éxito que Interviú se convirtió durante muchos años en la revista más vendida y leída y con una notable influencia en aquello que podríamos denominar, con Gerard Imbert (1990), «los imaginarios sociales» de la Transición.

Al haber visto la luz el 22 de mayo de 1976, Interviú no puede dar cuenta del proceso de desaparición física del dictador, la proclamación del rey Juan Carlos ni los primeros pasos del Gobierno «aperturista» de Arias-Fraga. Pero ese primer número contiene la crónica de los sucesos de Montejurra,80 que da cuenta de la agresión ultraderechista contra la tradicional concentración del carlismo, recientemente convertido al socialismo por su jefe de filas Don Carlos Hugo, en ese lugar de Navarra. La acusación de connivencia del aparato del Estado con las fuerzas de seguridad se acompaña de alarmantes fotografías de los pistoleros y los heridos.

Esta primera pieza marca un poco la tónica de la revista en el futuro: denuncia valiente e imágenes escabrosas. Pero también, inequívoco posicionamiento democrático: para dejar las cosas claras, la firma del director, Antonio Álvarez Solís, que funcionará en adelante cuasi como artículo editorial, descalifica por continuista la política del tándem Arias-Fraga y condena la detención de miembros de la llamada Coordinación Democrática, el órgano unitario de la oposición. Otra pieza de gran despliegue en este primer número es la referida al fraude de la comercialización de aceite adulterado con connivencia de la Administración. Por último, y de forma también representativa de las opciones temáticas de la revista, aparece un reportaje sin firma bajo el título de «La rebelión de los homosexuales» y un expresivo subtítulo, «No debemos ocultar nuestro amor», que, aunque referido a Estados Unidos, expresa bien el compromiso «social» que mencionamos más arriba.

Este número inicial de la revista anticipa, pues, todas las claves de la fórmula de éxito de Interviú: erotismo en portadas y desplegables, enfoque sensacionalista, denuncia de las pervivencias franquistas, fotos impactantes o truculentas y atención a «temas olvidados» o realidades marginales. O, como lo definiría en su día Vázquez Montalbán (27 años de colaborador), una especie de «cesta de navidad o un cuerno de la abundancia del que salen todas las provocaciones a la curiosidad humana» (Montero, 2013). Pero lo cierto es que la revista se implicaba en algunos de los temas que el resto de la prensa tocaba con un exceso de cautelas: los horrores de la represión franquista, las fosas y desaparecidos, el mundo de la prostitución o la droga, el hampa y las redes criminales, la miseria y el atraso, la violencia sexual, los derechos de gais y lesbianas, conflictos obreros, las reminiscencias franquistas en el aparato del Estado o los ayuntamientos, etc., siempre nichos de escándalo, abordados con una mirada morbosa y un tratamiento gráfico discutible, aunque también, con un enfoque investigador del que carecían los demás medios y una mirada crítica o insumisa hacia las realidades brutales de la injusticia o la corrupción.

El estilo periodístico era, desde luego, mucho más libre e incisivo de lo acostumbrado en la prensa de la época. Al no obligarse a un seguimiento constante de los temas de la actualidad, la revista se permite un abanico temático extremadamente amplio y variado, lo que aumenta el atractivo popular de la publicación. Todo ello aderezado con abundante material erótico, portadas y desplegables de mujeres desnudas que, a veces, se legitimaban como una apuesta por la liberalización de las costumbres y la moral. La política de firmas de prestigio fue siempre una de las bazas de la publicación. Daba cabida a colaboraciones de un espectro ideológico tan amplio como contradictorio: desde Emilio Romero y su franquismo descreído, hasta el propio Vázquez Montalbán, comunista reconocido. Desde Manuel Martín Ferrand hasta Francisco Umbral.

La apuesta por esa especie de «populismo informativo» tuvo más respuestas desde la izquierda, en la que globalmente militaba la revista, que desde la supuestamente escandalizada derecha mediática. Las feministas protagonizaron protestas ante la redacción en octubre de 1977 y ataques desde la publicación teórica del movimiento, Vindicación Feminista, en los que señalaban que la utilización del cuerpo de la mujer nunca podía considerarse como una conquista de la libertad. Y La Calle publicó una investigación sobre la revista bajo el título «Desnudamos a Interviú»,81 en la que reducía su «modelo de éxito» a la combinación de «sexo, sangre, violencia y escándalo». Esta crítica mereció una airada respuesta de la revista bajo el título «¿A quién le duele Interviú?».82

Dado que la revista no publica artículo editorial y las portadas se dedican siempre a desnudos femeninos, no resulta fácil seguir la pista de sus posicionamientos ante el curso de los acontecimientos políticos. La carencia, sin embargo, se suple bien con la sección «Érase una vez un país...», firmada por su director, Álvarez Solís, y la elección de temas de actualidad a través de la sección de entrevistareportaje, central en la estructura de Interviú. Así, en un momento en el que, tras la sorpresa y enfado inicial de la prensa con el nombramiento de Adolfo Suárez para sustituir al cesado presidente Carlos Arias Navarro, la mayoría de los diarios se inclinaban por apoyar al recién llegado y sus anuncios liberalizadores, el artículo del director adopta una línea mucho más crítica. Se refiere al discurso de reentré de Suárez tras el verano:

Nos ha dicho el presidente: hay que contar con los partidos, con las organizaciones políticas. Pero ha advertido que esos partidos y esas organizaciones políticas no significarán nada hasta verse revalidados por aquellas elecciones que aún no tienen el bautismo de la fecha exacta.83

Es decir, ninguna intención de negociar en serio con la oposición y sí de mantener la hegemonía indiscutida durante todo el proceso. Esta será, precisamente, la gran cuestión del momento político: no tanto a dónde conduce la transición, que todo el mundo asume que ha de ser la democracia, sino quién conducirá el proceso. Gerard Imbert (1990: 25) explica que la dicotomía «continuidad/ruptura» sucede a la de «franquismo/antifranquismo y alcanza toda su agudeza en el momento de la dimisión de Arias Navarro en julio de 1976». Pues bien, en esa dicotomía, la posición de Interviú, compartida con algunas otras como Triunfo o Cambio 16, es no hacer cuestión de la hegemonía sino del modo en que se ejerce y, en este aspecto, es la negociación con la oposición lo que introduce la diferencia. En ese mismo número de septiembre del 76, la pieza central de entrevista-reportaje84 de la revista se ocupa de uno de esos temas «delicados» que con el tiempo acabarán provocando incómodos silencios: los militares demócratas de la UMD condenados por «conspiración para la rebelión», luego amnistiados juntos a los demás presos políticos, pero nunca reintegrados a sus puestos.

De cara al debate que se había de producir en las Cortes franquistas sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política, la revista analiza las palabras del presidente de las Cortes, Torcuato Fernández Miranda, pero da también visibilidad a los intentos de la oposición para reivindicar su papel en el proceso mediante una huelga general convocada para pocas fechas antes. En su columna, el director se muestra cada vez más preocupado por la falta de compromiso negociador del Gobierno Suárez y su constante esquivar a la Comisión que representa a la oposición democrática. «Últimamente, el Gobierno Suárez ha ido abandonando sus contactos con la oposición, situada más o menos extramuros del sistema, para consagrarse a unas negociaciones con la llamada oposición franquista u oposición que se sitúa dentro del sistema».85 Aunque puede entenderse que se trata de exigencias del guion, porque en esa fase se está tratando de hacer que las Cortes franquistas aprueben un proyecto de ley que, sencillamente, las liquide. En el número siguiente,86 Manuel Martín Ferrand, estudia primero el impacto de la huelga general y luego reconoce abiertamente que la estrategia de Suárez, una vez aprobada la reforma por las Cortes, está funcionando, pero advierte de que aceptar un sistema electoral mayoritario, como el que propone Fraga, daría al traste con todo ello.

La revista vuelve a pronunciarse críticamente87 sobre la conducción del proceso de reforma, cargando sobre la opacidad en torno a la primera sesión de negociación con la oposición. Esta será, de nuevo, una línea constante y que diferenciará progresivamente a Interviú de otras revistas políticas: más adelante, cuando tras las primeras elecciones de junio de 1977 se inicie el periodo llamado del «consenso», con la firma de los Pactos de la Moncloa y el secreto de las negociaciones sobre el proyecto de Constitución, la revista mantendrá una línea crítica y distante sobre dicho consenso.

En el número siguiente a la llamada semana sangrienta o trágica de Madrid, el 3 de febrero de 1977, cuando el GRAPO y la ultraderecha intentaron hacer descarrilar la transición, la portada de Interviú apenas acusa la crisis por la que se acaba de pasar: el desnudo de portada (Dominique Sanda) es como de costumbre. Apenas uno de los titulares menores alude a la tragedia. Pero el interior está repleto de excepcionalidad: un reportaje relata cronológicamente los sucesos de Madrid. Siete días, siete titulares: «brota la sangre», «masacre profesional», «tensa indignación», «puños en alto», «la caza», «en acto de servicio» y «País en vilo». La posición del director en su «Érase una vez un país...» revela la gravedad de la situación. Plantea el problema de que nadie tiene legitimidad para actuar sin haber pasado por las urnas, por lo que la convocatoria electoral es urgente, pero para llegar a ella se precisa un «gobierno de concentración nacional».88 No se trata de una idea ajena al debate del momento, aunque en general se venga planteando con el matiz de la exclusión del PCE, y volverá a ser moneda común tras las elecciones de junio, cuando la urgencia ya no sea responder a la ofensiva ultra, sino hacer frente a una economía en bancarrota mientras se elabora una Constitución. El sucedáneo de esa inaceptable «concentración» –inaceptable para las dos fuerzas mayoritarias, UCD y PSOE– acabarán siendo los llamados Pactos de la Moncloa, responsables del gran marco del consenso. La colaboración de Vázquez Montalbán89 en ese mismo número propone, tras una larga digresión sobre la posible intervención de la CIA en los sucesos recientes, una suerte de «gobierno de amplia unidad política», que no se encuentra muy lejos de aquella «concentración».

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