Kitabı oxu: «Mensajes para los jóvenes», səhifə 5

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La fortaleza

Los que al fin salgan victoriosos, tendrán épocas de terrible perplejidad y prueba en su vida religiosa; pero no deben desechar su confianza, pues es ésta una parte de su disciplina en la escuela de Cristo y es esencial para que toda la escoria pueda ser eliminada. El siervo de Dios debe soportar con fortaleza los ataques del enemigo, sus dolorosos vituperios, y debe vencer los obstáculos que Satanás coloque en su camino.

Satanás tratará de desanimar a los seguidores de Cristo para que no oren ni estudien las Escrituras, y arrojará su odiosa sombra a través del sendero para ocultar a Jesús de la vista, para excluir la visión de su amor y las glorias de la heredad celestial. Se deleita en hacer andar a los hijos de Dios vacilantes, temblorosos, apenados, bajo una duda continua. Trata de hacer la senda tan triste como sea posible; pero si miran hacia arriba, no hacia abajo, a sus dificultades, no desmayarán en el camino, verán pronto a Jesús extendiendo su mano para ayudarlos, y sólo tendrán que tenderle la de ustedes con confianza sencilla, y dejar que los guíe. A medida que cobren confianza, cobrarán esperanza.

En la fuerza del Señor

Jesús es la luz del mundo, y ustedes han de amoldar la vida a la suya. Hallarán en Cristo fuerza para formar un carácter fuerte, simétrico, hermoso. Satanás no puede anular la luz que irradie de semejante carácter. El Señor tiene un trabajo para cada uno de nosotros. No ha dispuesto él que seamos sostenidos por la influencia de la alabanza y el halago humanos; él da a entender que cada persona debe mantenerse con la fuerza del Señor. Dios nos ha dado su mejor don, su mismo Hijo unigénito, para elevarnos, ennoblecernos, y capacitarnos, invistiéndonos de su propia perfección de carácter para que tengamos un hogar en su reino. Jesús vino a este mundo y vivió como él esperaba que sus seguidores vivieran. Si somos indulgentes con nosotros mismos y demasiado perezosos para hacer esfuerzos fervientes por cooperar en la maravillosa obra de Dios, afrontaremos pérdida en esta vida, y pérdida en la vida futura, inmortal.

Dios se propone que trabajemos, no de un modo desesperado, sino con poderosa fe y esperanza. Al escudriñar las Escrituras y ser iluminados para contemplar la maravillosa condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo, con el fin de que todos los que creen en él no perezcan, mas tengan vida eterna, deberíamos regocijarnos con gozo indecible y lleno de gloria. Es el propósito de Dios que usemos para el adelanto de la verdad todo lo que pueda obtenerse mediante la educación. La piedad vital, verdadera, debe irradiar de la vida y el carácter, para que la cruz de Cristo sea levantada ante el mundo y a la luz de la cruz sea revelado el valor de la persona. Nuestra mente debe abrirse para entender las Escrituras, con el propósito de que obtengamos poder espiritual alimentándonos del pan del cielo (Review and Herald, 8 de abril de 1890).

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El templo del ser

La obediencia fiel a los requerimientos de Dios, tendrá una sorprendente influencia para elevar, desarrollar y fortalecer todas las facultades del hombre. Los que en su juventud se han entregado al servicio de Dios, llegan a ser hombres de sano criterio y agudo discernimiento. ¿Y por qué no habría de ser así? La comunión con el mayor Maestro que ha conocido el mundo fortalece el entendimiento, ilumina la mente y purifica el corazón; eleva, refina y ennoblece al hombre entero. “La explicación de tus Palabras ilumina, da inteligencia a los sencillos”.20

El ideal de Dios

Entre los jóvenes que profesan piedad, hay una clase numerosa que parece contradecir esta declaración. No progresan en conocimiento ni en espiritualidad. Sus facultades se atrofian en lugar de desarrollarse. Pero las palabras del salmista son ciertas en cuanto al cristiano genuino. No es ciertamente la letra desnuda de la Palabra de Dios lo que da luz y entendimiento; es la Palabra abierta y aplicada al corazón por el Espíritu Santo. Cuando un hombre se convierte de veras, se hace hijo de Dios, participante de la naturaleza divina. No sólo renueva el corazón, sino que se fortalece y vigoriza el intelecto. Ha habido muchos casos de personas que antes de la conversión eran tenidas por poseedoras de común y hasta inferior habilidad, pero quienes después de la conversión parecían enteramente transformadas. Manifestaban entonces notable poder para comprender las verdades de la Palabra de Dios y para presentarlas a otros. Hombres de elevada reputación intelectual han considerado un privilegio tener relaciones con tales personas. El Sol de justicia, iluminando sus mentes con sus brillantes rayos, avivaba toda facultad para que produjera una acción más vigorosa.

Dios hará una gran obra por los jóvenes si ellos quieren, mediante la ayuda del Espíritu Santo, recibir su Palabra en el corazón y obedecerla en la vida. Él trata constantemente de atraerlos a sí, el Manantial de toda sabiduría, la Fuente de bondad, pureza y verdad. La mente que se ocupa en asuntos elevados, se ennoblece.

Sagrarios profanados

Los que profesan servir a Dios y sin embargo no progresan en conocimiento y piedad, son cristianos sólo de nombre. El templo del ser se llena de sagrarios profanados. La lectura frívola, la conversación trivial, el placer mundano ocupan la mente de un modo tan completo, que no queda lugar para la entrada de la Palabra de Dios. La mundanalidad, la frivolidad y el orgullo ocupan el lugar que debería ocupar Cristo en la persona...

La degradación causada por la entrega a la sensualidad

Los que buscan como bien principal la satisfacción de los apetitos y las pasiones, no son nunca hombres buenos o verdaderamente grandes. Por elevada que sea su posición ante la opinión del mundo, son bajos, viles y corruptos en la estimación de Dios. El cielo ha ordenado que en su mismo rostro lleven impresa la marca de su depravación. Sus pensamientos son de la Tierra, terrenos. Sus palabras revelan el bajo nivel de la mente. Han llenado el corazón de vileza y casi borrado de él la imagen de Dios. La voz de la razón ha sido ahogada y el criterio se ha pervertido. ¡Cuán enteramente degradan la naturaleza del hombre las prácticas sensuales! Cuando se somete la voluntad a Satanás, ¡a cuán grandes profundidades del vicio y la locura descienden los hombres! En vano llama la verdad al intelecto, pues el corazón se encuentra en oposición a sus puros principios (The Signs of the Times, 1º de diciembre de 1881).

Ayuda en la tentación

Por medio de la fe y la oración todos pueden cumplir los requisitos del evangelio. Nadie puede ser forzado a transgredir. Primero tiene que ganarse el consentimiento propio; la persona tiene que proponerse cometer el acto pecaminoso antes que la pasión pueda dominar a la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. No importa cuán fuerte sea la tentación, no es excusa para el pecado. “Los ojos del Señor están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”. Ser humano tentado, clama a Jehová. Arrójate indefenso e indigno sobre Jesús y reclama su promesa pura. El Señor escuchará. Él sabe cuán fuertes son las inclinaciones del corazón natural, y brindará su ayuda en todo momento de tentación.

¿Has caído en el pecado? Entonces, sin más dilación, procura de Dios la misericordia y el perdón... Todavía se extiende misericordia al pecador. En medio de todos nuestros desvaríos, el Señor nos llama así: “Convertíos, hijos rebeldes, y sanaré vuestras rebeliones21” (Testimonios para la iglesia, t. 5, pp. 165, 166).

20 Salmo 119:130.

21 Jeremías 3:22.

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No me pertenezco

A veces oímos las preguntas: “¿No he de hacer nunca lo que me agrada? ¿No he de hacer jamás mi propia voluntad? ¿He de estar siempre sometido a restricciones? ¿No podré nunca proceder de acuerdo con mis inclinaciones?”

Cuanto menos sigan sus inclinaciones naturales, tanto mejor será para ustedes y para los demás. Las inclinaciones naturales han sido pervertidas; se ha hecho mal uso de las facultades naturales. Satanás ha puesto al hombre en antagonismo contra Dios. Trabaja continuamente para destruir la imagen divina en el hombre. Por tanto, debemos poner freno a nuestras palabras y acciones.

Resultados de la consagración completa

Cuando la gracia de Dios se posesiona del corazón, se ve que hay que crucificar las tendencias al mal, cultivadas y heredadas. Debe empezar en el ser una nueva vida, bajo un nuevo mando. Todo lo que se haga, debe ser hecho para gloria de Dios. Esta obra incluye al hombre exterior y al interior. Todo el ser —el cuerpo, la mente y el espíritu— debe someterse a Dios, para que él lo use como instrumento de justicia.

El hombre natural no está sometido a la ley de Dios; ni lo puede estar por sí mismo, ciertamente. Pero mediante la fe, el que ha sido renovado vive día tras día la vida de Cristo. Día tras día muestra que reconoce que es propiedad de Dios.

El cuerpo y el espíritu pertenecen a Dios. Él dio a su Hijo para la redención del mundo, y a causa de esto se nos ha otorgado una prolongación de la vida, un tiempo de gracia, para desarrollar caracteres de perfecta lealtad. Dios nos ha redimido de la esclavitud del pecado, y nos ha dado la posibilidad de vivir vidas de servicio regeneradas, transformadas.

Todas nuestras facultades le pertenecen

Hemos sido sellados con el sello de Dios. Él nos ha comprado y desea que recordemos que nuestras facultades físicas, mentales y morales le pertenecen. El tiempo, la influencia, la razón, los afectos y la conciencia, todos pertenecen a Dios y deben ser usados de acuerdo con su voluntad. No deben emplearse con la orientación del mundo, pues el mundo está sometido a un jefe que se halla enemistado con Dios.

La carne, en la cual tiene su morada el espíritu, pertenece a Dios. Cada tendón, cada músculo, es suyo. En ningún caso debemos, por descuido o abuso, debilitar un solo órgano. Debemos cooperar con Dios manteniendo el cuerpo en la mejor condición posible de salud, para que sea un templo en el que el Espíritu Santo pueda morar, y amoldar cada facultad física o espiritual de acuerdo con la voluntad de Dios.

La mente debe ser provista de principios puros. La verdad debe ser esculpida en las tablas del ser. La memoria debe ser llenada de las preciosas verdades de la Palabra. Entonces, como hermosas gemas, estas verdades brillarán en la vida.

El precio de una persona

El valor que Dios atribuye a la obra de sus manos, el amor que tiene por sus hijos, se revelan en el don que dio para redimir a los hombres. Adán cayó bajo el dominio de Satanás. Trajo el pecado al mundo, y por el pecado, la muerte. Dios dio a su Hijo unigénito para salvar al hombre. Lo hizo para poder ser justo y, con todo, el justificador de todos los que aceptan a Cristo. El hombre se vendió a Satanás, pero Jesús volvió a comprar a la especie humana...

Ustedes no se pertenecen. Jesús los ha comprado con su sangre. No sepulten los talentos en la tierra. Úsenlos para él. Sea cual fuere la ocupación en que estén empeñados, lleven con ustedes a Cristo. Si encuentran que están perdiendo su amor por el Salvador, abandonen su ocupación y digan: “Aquí estoy, mi Salvador; ¿qué quieres que haga?” Él los recibirá con bondad y los amará sin reservas. Perdonará abundantemente, pues es misericordioso y paciente, y no quiere que ninguno perezca...

Nosotros, y todo lo que tenemos, pertenecemos a Dios. No deberíamos considerar un sacrificio el darle el afecto de nuestro corazón. El mismo corazón debería serle entregado como ofrenda voluntaria (The Youth’s Instructor, 8 de noviembre de 1900).

Se requiere decisión

Es peligroso detenerse para contemplar las ventajas de ceder a las sugerencias de Satanás. El pecado significa deshonra y ruina para toda persona que se entrega a él; pero es de naturaleza tal que ciega y engaña, y nos tentará con presentaciones lisonjeras. Si nos aventuramos en el terreno de Satanás, no hay seguridad de que seremos protegidos contra su poder. En cuanto sea posible, debemos cerrar todas las puertas por las cuales el tentador podría llegar hasta nosotros (El discurso maestro de Jesucristo, p. 100).

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La verdadera conversión

“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias y de todos vuestros ídolos. Os daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros. Quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”.22

Muchos que hablan a otros de la necesidad de un nuevo corazón, no saben ellos mismos lo que estas palabras significan. En esta frase, “un corazón nuevo”, tropiezan especialmente los jóvenes. No saben lo que significa. Esperan que se efectúe un cambio especial en sus sentimientos. A eso llaman conversión. Miles han tropezado, para su ruina, en este error, no comprendiendo la expresión: “Es necesario nacer de nuevo”.23

No se trata de sentimientos, sino de un cambio de vida

Satanás induce a las personas a pensar que, porque han experimentado un arrobamiento de los sentimientos, están convertidas. Pero su vida no cambia. Sus actos siguen siendo los mismos de antes. Su vida no muestra buen fruto. Oran frecuente y largamente, y se refieren constantemente a los sentimientos que experimentaron en tal o cual ocasión. Pero no viven la nueva vida. Están engañados. Su experiencia no va más allá de los sentimientos. Edifican sobre arena, y cuando soplan vientos adversos, su casa se derrumba.

Muchas pobres personas andan a tientas en las tinieblas, en busca de los sentimientos que otros dicen haber experimentado. Pasan por alto el hecho de que el creyente en Cristo debe obrar su propia salvación con temor y temblor. El pecador convicto tiene algo que hacer. Debe arrepentirse y manifestar verdadera fe.

Cuando Cristo habla del nuevo corazón, se refiere a la mente, a la vida, al ser entero. Experimentar un cambio de corazón es apartar los afectos del mundo y fijarlos en Cristo. Tener un nuevo corazón es tener una mente nueva, nuevos propósitos, nuevos motivos. ¿Cuál es la señal de un corazón nuevo? Una vida transformada. Se produce día tras día, hora tras hora, una muerte del orgullo y el egoísmo.

El carácter práctico de la religión genuina

Algunos incurren en un gran error al suponer que una elevada profesión sustituye al verdadero servicio. Pero una religión que no es práctica, no es genuina. La verdadera conversión nos hace estrictamente honrados en nuestro trato con nuestros semejantes. Nos hace fieles en nuestro trabajo diario. Todo seguidor sincero de Cristo mostrará que la religión de la Biblia lo habilita para usar sus talentos en el servicio del Maestro.

“En el trabajo no seáis perezosos”.24 Estas palabras se cumplirán en la vida de todo verdadero cristiano. Aunque el trabajo les parezca penoso, pueden ennoblecerlo por la forma en que lo hagan. Háganlo como para el Señor. Háganlo animosamente y con dignidad celestial. Son los principios nobles de acuerdo con los cuales se hace el trabajo, los que lo tornan totalmente acepto a la vista del Señor. El verdadero servicio liga al más humilde de los siervos del Señor en la Tierra con el más encumbrado de sus siervos en las cortes celestiales...

Como hijos e hijas de Dios, los cristianos deberían esforzarse por alcanzar el elevado ideal que el evangelio les presenta. No deberían conformarse con nada menor que la perfección, pues Cristo dice: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”.25

La vida santificada

Hagamos de la sagrada Palabra de Dios nuestro tema de estudio, aplicando sus santos principios en nuestra vida. Andemos delante de Dios con mansedumbre y humildad, corrigiendo diariamente nuestras faltas. No separemos, por un orgullo egoísta, a nuestro ser de Dios. No acaricien ningún sentimiento de altiva supremacía, considerándose mejor que los otros. “El que piensa estar firme, mire que no caiga”.26 Hallarán descanso y paz al someter su voluntad a la voluntad de Cristo. El amor de Cristo reinará entonces en el corazón, poniendo las motivaciones secretas de la acción bajo el dominio del Salvador. El aceite de la gracia de Cristo suavizará y subyugará el genio precipitado, fácilmente irritable. La sensación de los pecados perdonados proporcionará esa paz que desafía toda comprensión. Habrá una seria lucha por vencer todo lo que se opone a la perfección cristiana. Desaparecerán todas las desavenencias. El que otrora criticara a los que lo rodeaban, verá que existen en su propio carácter faltas mucho mayores.

Hay quienes prestan atención a la verdad y se convencen de que han estado viviendo en oposición a Cristo. Se sienten condenados y se arrepienten de sus transgresiones. Confiando en los méritos de Cristo y poniendo por obra la verdadera fe en él, reciben el perdón del pecado. A medida que cesan de hacer el mal y aprenden a hacer el bien, crecen en la gracia y en el conocimiento de Dios. Ven que tienen que hacer sacrificios para separarse del mundo, y, después de calcular el costo, consideran todo como pérdida, con tal de ganar a Cristo. Se han alistado en el ejército de Cristo. Tienen delante una guerra, y la emprenden animosa y alegremente, luchando contra sus inclinaciones naturales y sus deseos egoístas y sometiendo su voluntad a la voluntad de Cristo. Buscan diariamente al Señor para que les dé gracia para obedecerle, y son fortalecidos y ayudados. Esta es verdadera conversión. El que ha recibido un nuevo corazón, confía en la ayuda de Cristo con humilde y agradecida dependencia. Revela en su vida el fruto de la justicia. Antes se amaba a sí mismo. Se deleitaba en el placer mundanal. Ahora su ídolo ha sido destronado y Dios reina supremo. Ahora odia los pecados que en otro tiempo amaba. Sigue firme y resueltamente por la senda de la santidad (The Youth’s Instructor, 26 de septiembre de 1901).

Las cuerdas de Satanás

Los rigores del deber y los placeres del pecado son las cuerdas con las que Satanás ata a los hombres en sus trampas. Sólo los que estén dispuestos a morir antes que cometer un mal acto, serán hallados fieles (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 50).

22 Ezequiel 36:25, 26.

23 Juan 3:7.

24 Romanos 12:11.

25 Mateo 5:48.

26 1 Corintios 10:12.

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Consejos a una hija consentida

Tienes un temible informe del año pasado, que está abierto ante la vista de la Majestad del cielo y de las miríadas de ángeles puros e inmaculados. Pueden haber estado ocultos a los mortales tus pensamientos y actos, tus sentimientos violentos y no santificados; pero recuerda que los actos más triviales de tu vida están abiertos a la vista de Dios. Tienes un registro manchado en el cielo. Allí están anotados todos los pecados que has cometido.

Dios te mira con desaprobación, y sin embargo pareces desprovista de sentimientos; no te percatas de tu condición perdida y arruinada. A veces sientes remordimientos, pero pronto se sobrepone tu espíritu independiente y orgulloso, y ahogas la voz de la conciencia.

No eres feliz; y sin embargo imaginas que si pudieras hacer tu voluntad sin restricciones, lo serías. ¡Pobre niña! Ocupas una posición semejante a la de Eva en el Edén. Imaginaba ella que si tan sólo comía del fruto del árbol que Dios le había prohibido tocar siquiera, so pena de muerte, se exaltaría grandemente. Comió, y perdió todas las glorias del Edén.

3,79 ₼
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9789877981124
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