Kitabı oxu: «Seis monstruos muy malos buenos»
© Katerina Halmova – Isabel Torner 2008
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Diputación 319, ático – 08009 Barcelona
Autoedición y Diseño: HakaBooks.com
Illustrador: Isabel Torner
9788415084310
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Tabla de contenidos
Página de Copyright
Página de título
Seis monstruos muy buenos
Katerina Halmova
Isabel Torner
Érase una vez una casa muy hermosa. Tenía un jardín enorme y bien cuidado, con columpios para niños, dos árboles, muchas macetas con flores, algunos enanitos de cemento, con farolitos chinos de colores, y un camino redondo por el que poder pasear en bicicleta.
Pero llevaba vacía mucho tiempo.
Nadie se atrevía a vivir allí porque corrían rumores de todo tipo. Algunos decían que la casa estaba embrujada, otros contaban que había fantasmas pero, la mayoría, aseguraba que la casa estaba habitada por monstruos…
Unos monstruos muy, pero que muy, muy malos.
Y aunque nadie había visto ni monstruos, ni brujas, ni fantasmas, lo cierto es que en la casa sucedían cosas raras…

Por la noche los vecinos podían ver que se encendían las luces de las habitaciones, pero incluso los curiosos más valientes, los que se acercaban a la verja de la calle que daba al jardín, juraban haber visto a los enanitos de cemento, con sus faroles chinos de colores, moverse de acá para allá.
Podría ser divertido ver el espectáculo… pero, como todos sabían que nadie vivía en la casa, les entraba mucho miedo y salían corriendo con los pelos de punta.
Hasta que un sábado de primavera, una familia -que no era ni muy grande ni muy valiente-, a pesar de todas las advertencias y comentarios que escucharon por allí, alquiló la casa.
–¡Pero, por favor, seamos sensatos, los monstruos no existen! – decía el papá muerto de risa.
–No hay que darles importancia a los rumores… la gente tiene mucha fantasía –añadió la mamá.
La hija mayor, Vivian , una adolescente de quince años que se creía muy adulta, opinó más o menos igual que sus papás:
–Baaaah, qué tontería… lo que pasa es que nos tienen envidia, porque es la casa más hermosa de todas –dijo antes de hacer un globo con su chicle.
La segunda hija, Kayla, de cinco años, sí que creía en los monstruos, pero ella era muy valiente y estaba convencida de que los podría vencer.
El más pequeño de la familia, Juan, de dos años y medio, también creía en los monstruos pero, al contrario que su hermanita, les tenía mucho, mucho miedo, y era el único que no quería vivir en esa casa. Además, le parecía demasiado grande.

Había cuatro dormitorios, dos baños, una sala de estar, una cocina, un lavadero, un sótano y un garaje. Todas estas habitaciones eran muy luminosas, excepto el sótano, como es natural.
El día de la mudanza estaban todos muy felices. Todos menos Juan, que no hacía más que pegarse a la falda de su mamá diciendo:
Pulsuz fraqment bitdi.