Kitabı oxu: «La paz sin engaños»
Ramírez-Orozco, Mario
La paz sin engaños: estrategias de solución para el conflicto
colombiano / Mario Ramírez-Orozco; prologuista Raúl Benítez
Manaut. -- 2a. ed. -- Bogotá: Ediciones Unisalle, 2013.
288 p.; 14 X 21 cm
ISBN 978-958-8844-01-5 1.
1 Conflicto armado - Colombia 2. Solución de conflictos –
Colombia 3. Proceso de paz - Colombia I. Benítez Manaut, Raúl,
pról. II. Tít.
303.66 cd 21 ed.
A1423176
CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango
ISBN: 978-607-02-3418-7
Primera edición, julio de 2012
Centro de Investigaciones sobre América Latina
Universidad Nacional Autónoma de México, México
ISBN: 978-958-8844-01-5
Segunda edición: Bogotá D.C., septiembre de 2013
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CID Centro de Estudios e Investigaciones Sociales
CIIIP Centro Internacional de Investigaciones e Información para el Desarrollo
CIJ Comisión Internacional de Juristas
Cinep Centro de Investigación y Educación
CIPAE Comité de Iglesias para Ayudas de Emergencia
CNRR Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación
COAR Comandos Armados Revolucionarios
Colciencias Instituto Colombiano de Ciencias
Colcultura Instituto Colombiano de Cultura
Coldeportes Instituto Colombiano de Deporte
Conpes Consejo Nacional de Política Económica y Social
CRS Corriente de Renovación Socialista
CSJ Corte Suprema de Justicia
DANE Departamento Administrativo Nacional de Estadística
DAS Departamento Administrativo de Seguridad
DCG Democracia Cristiana Guatemalteca
DHI Derecho Internacional Humanitario
DIJIN Dirección Central de Policía Judicial e Inteligencia
DNL Dirección Nacional Liberal
DNP Dirección Nacional de Planeación
DRI Desarrollo Rural Integrado
Ecopetrol Empresa Colombiana de Petróleos
ELN Ejército de Liberación Nacional
EPL Ejército Popular de Liberación
FARC-EP Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo
Fenalco Federación Nacional de Comerciantes
FFG Frente Francisco Garnica
FIAPP Foro Interamericano de Partidos Políticos
FMLN Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional
FIP Fundación Ideas para la Paz
FRG Frente Republicano Guatemalteco
ICBF Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
ICCE Instituto Colombiano de Construcciones Escolares
Icfes Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior
Idema Instituto de Mercadeo Agropecuario
IDH Informes de Desarrollo Humano
IDPC Consorcio Internacional sobre Políticas de Drogas
Incora Instituto Colombiano para la Reforma Agraria
Inderena Instituto de Recursos Naturales no Renovables
ITAM Instituto Tecnológico Autónomo de México
JIC Junta de Inteligencia Conjunta
LASO Latin American Security Operation
MAQL Movimiento Armado Quintín Lame
MIR Movimiento Independiente Revolucionario
Nordem Norwegian Resource Bank for Democracy and
Human Rights
OIC Organización Internacional del Café
PAN Partido de Avanzada Nacional
PCC Partido comunista Clandestino
PDA Polo Democrático Alternativo
PDPMM Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio
PIN Plan de Integración Nacional
PNR Plan Nacional de Rehabilitación
PNUD Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
PRT Partido Revolucionario de los Trabajadores
PSR Partido Socialista Revolucionario
RN Renovación Nacional
SAC Sociedad de Agricultores de Colombia
Serpaj Servicio de Paz y Justicia
SIMCI Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos
Sintradi Sindicato de Trabajadores de Incora Nacional
UDI Unión Democrática Independiente
UIAF Unidad de Información y Análisis Financiero
UP Unión Patriótica
UPAC Unidades de Poder Adquisitivo Constante
UPTC Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
URNG Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca
Agradecimientos
Es mi obligación agradecer a los siguientes centros académicos, que de manera indirecta facilitaron la preparación del presente estudio, al permitir mi participación en sus cursos, seminarios o encuentros. A la UNAM, Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC); Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CIICH), Instituto de Investigaciones Económicas (IEE); a la Asociación Mexicana de Estudios del Caribe (AMEC); a la Cátedra UNESCO; a la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México; al Det Norske Nobelinstitutt (Instituto Nobel de Noruega); al Nobels Fredssenter (Centro de Paz del Nobel, Oslo); a Telemark University College de Noruega; a la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina y el Caribe (FIEALC); a la Universidad de Osaka; a la Universidad de Sofía, Tokio; al Institut des Hautes Etudes de l'Amérique latine (IHEA), París; y en Noruega, a la Universidad de Bergen; a la Universidad de Oslo y a Telemark University College. Y por haberme facilitado sus bibliotecas y base de datos agradezco al CIALC y a su Biblioteca “Simón Bolívar”, UNAM, Ciudad Universitaria, México D. F.; al Nobelinstituttets bibliotek, en Oslo, y al IHEAL, y su biblioteca “Pierre-Monbeig”, en París. Así mismo, ha sido muy importante el apoyo de la DGEP, Dirección General de Estudios de Posgrado de la UNAM, por concederme la beca de excelencia OF.DGEP/SPIAP/PB-/2648/2002.
Prólogo
El largo conflicto colombiano ha generado muchos debates en América Latina. Desde su gestación a mediados del siglo pasado, cuando en 1948 sucedió el llamado “Bogotazo”, tras el asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán, derivando este acontecimiento en la aparición de gran cantidad de movimientos armados de todo tipo, donde se confrontaban los liberales y conservadores, y posteriormente lo propio de la Guerra Fría, donde todas las variables del mosaico de ideologías de la izquierda armada hicieron su ingreso al escenario colombiano, se desprendieron grandes polémicas: ¿es una guerra civil prolongada o no?, ¿es una guerra contra una clase dominante bipartidista y excluyente?, ¿o se fue conformando una guerra cuyos actores principales que no se acogieron a los procesos de paz de los años ochenta y noventa, como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se convirtieron en un grupo que derivó en actividades de narcotráfico y otras modalidades como el secuestro prolongado de líderes políticos, empresariales, policíacos y militares?
Al contrario de lo sucedido en América Central durante los años noventa, donde todos los grupos armados existentes, tanto de izquierda como de derecha, se desmovilizaron en procesos de paz que fueron negociados con la mediación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y se insertaron a los procesos políticos de sus países, en Colombia no se logró encauzar la reinserción de los grupos armados en la misma dirección. Por el contrario, en el país andino los que no se desmovilizaron crecieron en poder de fuego, se construyeron nuevos ejércitos de paramilitares vinculados a los grandes propietarios de tierras y también realizando actividades de producción y comercio de drogas, y las fuerzas armadas y policíacas aumentaron su poder de fuego, se fortalecieron sus procesos de profesionalización y Estados Unidos entró en escena mediante el Plan Colombia.
En Colombia, tanto su gobierno como el de Estados Unidos, se habla constantemente de que existe un fenómeno terrorista y que este se vincula a las actividades de narcotráfico. En este contexto se abren las puertas a programas de respaldo a su combate y a los gobernantes la población les otorga legitimidad para luchar contra el “mal”. Esta sería una diferencia notable respecto al combate al narcotráfico en otras partes de América Latina, pues los gobiernos evaden el empleo de las palabras “terrorismo” o “narcoterrorismo”, dadas sus consecuencias en el ámbito de lo político y lo que implica en materia de resguardo —o violación— de garantías individuales.
Todo este proceso se analiza a detalle en el libro de Mario Ramírez-Orozco, profesor de la Telemark University College de Noruega. La paz sin engaños. Estrategias de solución para el conflicto colombiano, se vuelve un texto necesario para la comprensión de la gran crisis que envuelve a ese país. Su autor, desde las ventajas que ofrece la distancia para analizar la realidad de su país, tomando como base el concepto de paz estructural, hace una rigurosa revisión de la gran cantidad de intentos de pacificación desde 1949, culminando el análisis en el 2010. Para su autor, la paz y la violencia están conviviendo como fenómenos contrapuestos. Si no hay paz estructural se desarrolla en gran escala la violencia en Colombia. El concepto de paz estructural significa que paz no solo es ausencia de guerra, sino que es la presencia de una gran cantidad de variables que permiten a un grupo social o a la población entera de un país estar satisfecho en sus necesidades de salud, educación, vivienda, libertades, justicia, etcétera. Mientras más ausencia exista de estas condiciones mínimas que le den satisfacción a las necesidades de un pueblo, más potencialidad existe para la explosividad social. Si esto se convierte en una condición permanente de ausencia de los condicionantes mínimos, entonces crece y se despliega la “violencia estructural”.
En su análisis de los “procesos de paz” existentes en Colombia desde 1949, Mario Ramírez-Orozco los cataloga en la parte segunda del libro por periodos gubernamentales, señalando que han sido procesos de corta vida, incompletos, que buscan el desarme de los grupos alzados en armas sin ofrecer garantías y sin tener la voluntad de construir mejores condiciones de vida para la población. El autor desglosa los componentes específicos de cada periodo y destaca las limitaciones de cada propuesta gubernamental, siendo una constante que las ofertas de paz se asimilan a las ofertas que se dan cuando hay competencias por la presidencia de los países: se ofrece “todo” sin tener una estrategia real para implementarlo, sin hacer las alianzas que son mínimas para su viabilidad y sustentabilidad, y finalmente la “paz” es componente más de cualquier programa o discurso de gobierno sin ser una política deseada por el gobernante en turno. Simplemente la paz es uno más de los discursos gubernamentales.
Una de las partes que sobresale en el libro por su rigurosidad es la que analiza la estructura económica y social de Colombia, destacando el poder de los señores de la tierra. Este capítulo hace hincapié en una gran contradicción: un país muy rico por la provisión que la naturaleza le dio, con una concentración de la riqueza extremadamente alta. De allí se desprende el poder de las élites agrarias, por ejemplo, las cafetaleras. Ese poder llevó a que el Estado no pudiera ejercer su presencia en todo el territorio nacional y provocó que los terratenientes fueran los que impusieran su propia ley. Por ello, los movimientos de protesta campesina muy rápidamente se transformaron en la mayoría de los casos en grupos que ejercían la violencia armada, y la configuración de ejércitos privados financiados por los terratenientes fue una condición que se dio desde el siglo XIX. En otras palabras, había una especie de feudalismo, y las fuerzas de la “modernidad” no pudieron contener y acotar a los dueños de la tierra. Por eso los enfrentamientos entre guerrillas, grupos paramilitares y ahora también grupos vinculados al narcotráfico se da básicamente en las zonas rurales.
Otro factor analizado a profundidad por el autor es el cambio de élites en Colombia a medida que avanzó la “modernización obligada”, la industrialización y se creó una clase moderna que se apropió del Estado en un pacto ente los liberales y los conservadores después del Bogotazo y la crisis de 1948. Este pacto construyó una coalición de gobierno tan sólida que, a pesar de darse la existencia de condiciones para que hubiera un golpe de Estado, como sucedió en la gran mayoría de los países de América del Sur para contener movimientos rebeldes de izquierda, en Colombia esta “oligarquía democrática” fue funcional a la estrategia de contrainsurgencia y a la construcción incluso legal de un Estado de Seguridad Nacional. Así, a la oligarquía tradicional agrícola se le agregaron las élites urbanas y las fuerzas militares.
En la parte cuarta del libro, donde se analizan las estrategias estructurales de paz, se comparan los procesos de paz colombianos con los de otras partes del mundo. Ese es uno de los aspectos más valiosos de este capítulo. Además, el autor enfatiza en el rol potencial que podría tener la comunidad internacional ante una eventual negociación con los actores armados. Se hace énfasis en que Estados Unidos tiene un rol fundamental, por lo que su participación sería como “actor” del conflicto. Esta propuesta, con muy distintas variables, ha sido formulada por la Unión Europea en diversos momentos. Para el autor, una ventaja de las condiciones políticas colombianas es que se han sucedido procesos electorales sin interrupción; sin embargo, a pesar de ellos, la población no vive en condiciones de democracia, sino lo contrario: en condiciones de violencia estructural. Se enfatiza que los grupos oligárquicos han sabido emplear a los partidos políticos y la condición de democracia electoral para sostener sus intereses. Ello a pesar de que la Constitución de 1991 abrió las puertas a gran cantidad de partidos minoritarios y sectores sociales antes excluidos.
En el análisis que hace Mario Ramírez-Orozco de la primera década del siglo XXI, los grupos que auspician el paramilitarismo (oligarquía rural), organizado principalmente en las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), y los narcotraficantes están sobrerrepresentados en las instituciones políticas colombianas. El autor señala que la mayoría de los representantes en el Congreso colombiano en los últimos procesos electorales de 2002, 2006 y 2010 son miembros de las principales élites económicas del país, y solo marginalmente hay presencia de otros grupos sociales y políticos. En este marco ubica la presencia de la llamada “izquierda legal”. En el siglo XXI, producto de una gravísima crisis política en el campo, se han producido fenómenos masivos de desplazados de sus lugares de origen, situación que fue aprovechada por los propietarios de tierras para, mediante el empleo de paramilitares, apropiarse de la tierra, reconcentrando la propiedad de ella. Incluso estos desplazados se han convertido en un problema internacional, por ejemplo, con Ecuador.
Una de las grandes polémicas que se ha abierto en torno a la realidad de Colombia es el poder real que ha acumulado el narcotráfico. Después de diez años de implementación del Plan Colombia entre los gobiernos de Estados Unidos y el colombiano, se abre una duda de si en realidad ese plan no fue un plan de contrainsurgencia, en concreto para emprender una ofensiva contra las FARC, revestido de un plan antinarcóticos y antiterrorista.
El autor señala que, por ejemplo, los programas de fumigación de plantíos de coca durante el gobierno de Álvaro Uribe se centraron solo en territorios donde operaban las FARC, sin afectar las zonas donde se asentaron los grupos paramilitares. Lo que es un hecho es que la exportación de cocaína de Colombia no ha disminuido sustancialmente. Sin embargo, el gran éxito mediático de las políticas implementadas por Álvaro Uribe se centran no en la reducción del narcotráfico, sino en la baja de las estadísticas de la violencia criminal en el país, hecho que se debe en parte a la desmovilización de los grupos paramilitares, más que a la política antinarcóticos.
En las conclusiones del libro se hace un recuento de los proyectos de acuerdos de paz y se concluye que estos no estaban centrados en resolver el problema de la violencia estructural. Los acuerdos de paz implementados en otras partes del mundo entre fuerzas alzadas en armas y gubernamentales, se restringieron a la desmovilización de combatientes y reinserción de fuerzas opositoras a los procesos políticos. Los elementos estructurales económicos y sociales casi no son afectados y no modifican las estructuras prexistentes. Por ello, la violencia estructural solo se resolvería con fórmulas integrales de paz estructural que van más allá de los acuerdos de paz clásicos. Por ello, las propuestas formuladas durante los gobiernos de Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper y Andrés Pastrana no prosperaron. Además, las propuestas ofrecidas a la parte contraria no tomaron en cuenta sus planteamientos, por lo que los acuerdos de paz nunca llegaron a una verdadera negociación de paz con grupos como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las FARC. A lo anterior también se le agrega la falta de voluntad de los grupos alzados en armas, pues al condicionar su desarme a grandes reformas estructurales, en la práctica imposibilitaban la viabilidad de acuerdos concretos.
La paz sin engaños. Estrategias de solución para el conflicto colombiano se vuelve una lectura alternativa a la literatura existente sobre la crisis colombiana y los planteamientos para su resolución. Claramente el autor adopta una postura no convencional, centrada en la inclusión de fórmulas que den pie a una gran reforma estructural de las estructuras económicas, sociales y políticas vigentes en Colombia. Para el autor, la sustentabilidad de la paz es más importante que la fórmula específica que se implemente para lograrla. Es lo que llaman los teóricos del conflicto pensar en el posconflicto y no en el corto plazo.
En Colombia y en algunos países de América Latina, fenómenos como el narcotráfico y la violencia asociada a este se ven como factores coyunturales, sujetos de políticas de contención donde las fórmulas militares sobresalen sobre medidas preventivas, de cohesión social o de solución de problemas estructurales. La violencia estructural derivada de la marginalidad y la pobreza de amplios sectores de la población, necesita de la paz estructural para superarse. Esta es quizás la contribución académica que Mario Ramírez-Orozco ofrece a los lectores al desarrollar todos los detalles de la que podríamos llamar una larga trayectoria de “paz frustrada” que hace al país andino como uno de los más violentos de la región y el mundo. Por ello, estamos seguros de que la lectura de La paz sin engaños va a generar polémica y agregar elementos al debate no solo colombiano sino latinoamericano.
Raúl Benítez Manaut
CISAN-UNAM
Ciudad Universitaria, octubre de 2011
Introducción
Sin la muerte, Colombia no daría señales de vida.
R. H. Moreno-Durán
Cuando uno está mal informado, está de acuerdo con todo.
Proverbio chino
La intención central de este libro es la elaboración de principios generales para la solución pacífica de los conflictos originados por problemas estructurales. Al abordar en específico el caso Colombia se pretende mostrar la eficacia de los postulados teóricos aplicados a una situación concreta. Así mismo, es conveniente dar un giro a una visión equívoca sobre las causas de los levantamientos armados. Es preciso demostrar que habrá mayores posibilidades de formación de grupos insurgentes en la historia de Latinoamérica mientras persista la violencia estructural y no, como se afirma de forma contundente, que la principal causa de violencia es la existencia de dichos grupos.
Aunque la presencia de organizaciones armadas responde en gran medida a la desigualdad social, influyen también otros factores como los altos índices de corrupción, la falta de oportunidades para la mayoría de la población y el grado de desarrollo de los movimientos sociales y partidos políticos. Los graves problemas sociales son un llamado para la revisión de su situación estructural, como la fórmula más eficaz contra los brotes de violencia o sucesos de carácter terrorista.
Al proponer como parte central el caso de Colombia, basado en el estudio comparativo de los diversos procesos de paz llevados durante el último medio siglo en Latinoamérica, se procura sacar este conflicto político nacional del confinamiento en el cual se ha mantenido, como si la especificidad de Colombia, violencia prolongada y narcotráfico, volviera inútil toda aproximación a otras experiencias. El estudio comparativo permitirá sobre todo mostrar cómo, más allá de las diferencias contextuales evidentes, es posible encontrar ciertos elementos parecidos en las estrategias de paz aplicables en Colombia y en las propuestas elaboradas para otros países de la región o del aún llamado Tercer Mundo.
El presente estudio tiene el reto de proponer estrategias que sirvan como modelos de trabajo para futuros acuerdos de paz en la región. De forma paralela, será útil presentar alternativas y pautas de trabajo que ayuden a resolver las causas originales de los conflictos políticos y exponer también sus graves consecuencias económicas y sociales para toda la región.
Además, su finalidad principal es alcanzar implicaciones prácticas en futuras negociaciones de paz, entre fuerzas políticas enfrentadas al interior de países de la región, al demostrar la importancia de propuestas que planteen la solución real y duradera de las causas que originan los conflictos. Incluso en aquellos países en los que no existe un enfrentamiento armado abierto, pero hay inestabilidad política y donde la mayoría de la población padece la extrema pobreza.
Este proyecto adquiere una dimensión latinoamericanista al contextualizar el problema concreto de un país con los países de su entorno. Lo que sucede en Colombia tiene grandes repercusiones en toda la región. Ni la violencia política ni las causas que la originan son un fenómeno exclusivo de Colombia. Las consecuencias de la grave situación política de Colombia traspasan sus fronteras, tanto por sus repercusiones políticas: con la reanudación de diferendos limítrofes, como por que los frecuentes desencuentros entre los presidentes de la región. En lo económico, la presencia latente de organizaciones y dineros del narcotráfico. En el plano militar, con choques armados en las fronteras o en las alianzas entre grupos insurgentes de varios países. Y, en lo social, con grandes desplazamientos de población entre países, afectando, en distinto grado, a casi todos los países de la región.
Los hechos del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington confirmaron la necesidad de indagar en las causas que generan los actos de violencia no solo en otras partes del mundo, sino también en Latinoamérica. Luego de la declaración de guerra del presidente George W Bush contra el terrorismo, un amplio espectro de académicos e intelectuales de todas las tendencias políticas y religiosas, y de diversos países, insistieron en la búsqueda de soluciones negociadas e invitaron a reflexionar sobre las causantes del terrorismo.
Con respecto a Latinoamérica, vale recordar que en la relación de organizaciones terroristas internacionales, redactada por el Departamento de Estado de Estados Unidos, aparecen tres de los principales actores de la violencia en Colombia: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP); el Ejército de Liberación de Colombia (ELN), ambos de orientación izquierdista, y las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo paramilitar de derecha. Lo que convierte a Colombia en un país de alto riesgo en la política de Estados Unidos de guerra total al terrorismo.{1} Además, sin olvidar los todavía en marcha, aunque en menor grado, Plan Colombia, ampliado en lo interno con el Plan Patriota y con la inclusión de los países fronterizos en el Plan Andino de Seguridad, los que enfrentan de manera indirecta a Estados Unidos con los narcotraficantes de la región y de manera directa con los grupos insurgentes de izquierda.{2}
Desde una perspectiva regional es necesario observar que años después de la firma de acuerdos de paz en América Central, entre gobiernos y grupos guerrilleros alzados en armas, hay una gran frustración. En El Salvador, Guatemala, Nicaragua y, parcialmente en la misma Colombia, donde se firmaron acuerdos de paz durante la década de los noventa, se quedaron sin solución los problemas estructurales que causaron el levantamiento de grupos armados.
Pasadas casi dos décadas no hay coincidencia entre una parte importante de los acuerdos firmados y la realidad imperante. La deficiente redistribución de la riqueza, la tenencia de la tierra en pocos propietarios, la inexistencia de una justicia eficaz, la falta de servicios básicos para la mayoría de la población, etc. siguen siendo en la actualidad fuente importante de la inestabilidad política y social en Centroamérica.{3}
También es primordial, en el caso colombiano, realizar un estudio sistemático que analice los procesos y acuerdos de paz llevados en la región y elabore propuestas de estrategias de paz; y que al término de la guerra formule alternativas para la reubicación y reeducación de grandes masas de desplazados y miles de desmovilizados de los grupos armados insurgentes, los paramilitares y las bandas criminales. Colombia exige una reforma a fondo de las estructuras socioeconómicas que abonaron la guerra y de las instituciones de gobierno y justicia que no lograron solucionar a tiempo las tensiones.
El conflicto más grave de Latinoamérica en el comienzo del siglo XXI es el de Colombia. No es de extrañar, entonces, la proliferación de ensayos y testimonios sobre la violencia colombiana, referidos casi en su totalidad a describir la barbarie de la guerra y las anécdotas de los actores principales del conflicto armado. Aunque ya parece superado lo que afirmaba Jesús A. Bejarano, unos meses antes de su asesinato: “la ‘violentología' pareciera agotar la utilidad de su estudio tan pronto se entra en el esquivo terreno de las propuestas de solución”.{4} Además de la proliferación de publicaciones sobre el tema, un giro importante ha sido la creación de estudios universitarios especializados en la resolución de conflictos y la realización de investigaciones de paz independientes, complementarias a los estudios de la violencia, que han profundizado en las negociaciones y las vías de resolución del conflicto colombiano, son un buen síntoma de la nueva dirección en los estudios sobre el conflicto armado en Colombia.{5}
La experiencia mundial en la resolución de conflictos internos muestra dos modelos principales. Uno, el pragmático, donde el fin capital es el desmonte y reinserción de los grupos rebeldes armados dentro de un orden establecido. Se busca con ello un efecto a corto plazo a través del reconocimiento de ciertos derechos políticos y de algunas prebendas económicas, casi siempre beneficiosas solo para los jefes de la insurgencia.
En estos casos la agenda negociadora se concentra con exclusividad en asuntos operativos: en cómo realizar la desmovilización y la reinserción, los procedimientos para la entrega de los auxilios económicos y un cronograma con plazos definidos para toda la acción pacificadora.{6} Los temas referentes a las reformas políticas, económicas y sociales se dejan por fuera de los acuerdos y deberán ser alcanzados con la transformación lenta del orden político y social.{7}
La principal crítica a este modelo de resolución son las difíciles condiciones posconflicto. Más que una solución del conflicto este modelo es una respuesta evasiva a las causas principales del mismo. Además de la posible reanudación de la lucha armada por grupos o facciones que se sienten marginadas de los beneficios de la paz; la frecuente situación de caos institucional posguerra y la frustración de las bases insurgentes, que sienten que han luchado “por nada”, acrecientan al extremo los indicadores de delincuencia común y el crimen organizado.{8}
Este modelo de resolución fue impulsado por las Naciones Unidas a través de sus distintas misiones de paz en Centroamérica, Angola, Somalia y Congo, para citar algunos ejemplos.{9} De igual modo las misiones de paz o facilitación de la Unión Europea y países como Noruega se han guiado bajo las mismas premisas del pactar “lo posible” para luego, en el camino de construcción democrática, conquistar los anhelos de paz y justicia que motivaron los levantamientos armados.{10}
La tendencia contraria es aquella que aboga por un modelo estructural. Su premisa fundamental es la superación de las causas principales que originan los conflictos.{11} Además de los compromisos políticos acordados, que son importantes, considera fundamental el impulso de políticas de desarrollo social que tengan como prioridad la superación gradual de la desigualdad y la pobreza.{12}