Kitabı oxu: «Fábulas y verdades»

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Fábulas

y verdades

Pombo, Rafael, 1833-1912

Fábulas y verdades / Rafael Pombo. -- Bogotá : Panamericana Editorial, 2021.

136 páginas : ilustraciones ; 23 cm. -- (Literatura juvenil)

ISBN 978-958-30-6428-9

1. Poesía infantil colombiana 2. Poesía juvenil colombiana 3. Fábulas infantiles colombianas 4. Animales - Poesías

5. Libros ilustrados para niños I. Tít. II. Serie.

Segunda edición, agosto de 2021

Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., febrero de 1995

© Rafael Pombo

© Panamericana Editorial Ltda.

Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000

www.panamericanaeditorial.com

Tienda virtual: www.panamericana.com.co

Bogotá D. C., Colombia

Editor

Panamericana Editorial Ltda.

Diagramación

Claudia Milena Vargas López

Diseño de carátula

Claudia Milena Vargas López

Ilustraciones

Shutterstock

Ilustración de carátula

Juan Sebastián Lozada

ISBN 978-958-30-6428-9

Prohibida su reproducción total o parcial

por cualquier medio sin permiso del Editor.

Impreso por Panamericana Formas e Impresos S. A.

Calle 65 No. 95-28, Tels.: (57 1) 4302110 - 4300355.

Fax: (57 1) 2763008

Bogotá D. C., Colombia

Quien solo actúa como impresor.

Impreso en Colombia - Printed in Colombia


Contenido

Prólogo

El coche

El palomo de fiesta

La gallina y el cerdo

La paloma y el niño

El niño y el corderito

Las siete vidas del gato

La rosa y la cebolla

La nariz y los ojos

El búho y el palomo

El niño y la mariposa

El ama y el niño

Las amenazas

Los dos guapos

El caballo y el gorrión

El robanidos

El niño embarcado

La abeja sensata

El niño pobre

El alma

El libertador

El niño y el buey

El descalzo y el mutilado

Los padres

El cuerpo y el alma

Dios

El gato mentiroso

El pinzón y la urraca

Los cariños del gato

El potro sin freno

La zorra y el mono

El escuelante y la oruga

Las dos rejas de arado

Las quejas

Los llorones y el topo

El egoísta afortunado

Los dos vasos

El humo y la llama

El año nuevo y el ocioso

Cutufato y su gato

El monte y la ardilla

La estatua y el pedestal

Las ranas y la antorcha

El gato guardián

La cangreja consejera

El ciego en la corte

La historia

La flecha

El tren de vapor

El niño grande

Los tres bueyes

El sol y el polvo

Una visita larga

Pensaba en ti

La niña curiosa

Las peleadoras

El pajarito de oro

Las redoblantes

Dientes y confites

La marrana peripuesta

Jugar con fuego

La rosa y el tulipán

La oruga y la dama

Las modas

El grano y la perla

La rosita blanca

La gota de agua

El globo y la gallina

En el mercado

La elección del buque

La filosofía de la cocina

Los urdi-malas

El agua y el jabón

El halcón y la gallina

El ciego

El violín roto

La paloma y la abeja

El perro

El jorobado

El perro y el conejo

El jabalí y el gamo

El ratón envinado

El sermón del caimán

El caimán vencido

La serpiente caritativa

El lobo y el pastor

El lobo pintor

El tambor monstruo

La felicidad

El ciego y el tullido

El remedio universal

Los médicos

La yegua y la faldera

Los busca-tesoros

La abeja y el hombre

El pleito

El mono aplaudido

El cuclillo

El zorro y el leopardo

El lobo héroe

La presunción

La enmienda del asno

El marco de oro

Los dos ánsares

La araña crítica

Los tontos de Basra

Los dos tejedores

El ajedrez

El mono avaro

El mosquito llorón

El gas y la vela

El velocípedo

Los huevos de oro

La gota y el torrente

El caimán y las moscas

Los matarratos

Capa y hamaca

La horizontal y la vertical

La gallina y el diamante

Breve tratado de malacrianza

El metro ateniense

PRÓLOGO

Difícilmente habrá muchos colombianos —entre los nacidos en el último siglo— que, en algún momento de su infancia, ya sea en la escuela o en la casa materna, no se hayan encontrado con alguna de las Fábulas y verdades o los Cuentos pintados de Rafael Pombo. Ejercicio verbal didáctico o comunicación amorosa de las verdades de la vida, estos poemas han logrado imponerse al paso de los tiempos y a la crítica literaria para seguir endulzando el oído y el alma.

Hombre polifacético —escritor, pintor, guerrero, político, diplomático— que mantuvo vivo el sueño de Bolívar respecto a un continente unido, fue Pombo uno de los hispanoamericanos más cultos del siglo XIX. Descendiente de una distinguida familia del Cauca (su padre había sido secretario del Interior y de Relaciones Exteriores del presidente Santander) Rafael Pombo y Rebolledo vino al mundo en la capital de Colombia, Bogotá, en el año de 1833 cuando sonaban aún los ecos de las guerras de independencia. De su madre recibió las primeras letras y asistió luego a la escuela del barrio Belén. En 1844 ingresó al seminario y en 1846 al Colegio del Rosario, como estudiante de humanidades. Pero un año después, más por decisión familiar que por voluntad propia, debió abandonar el claustro con el fin de prepararse para ingresar al Colegio Militar, ya que su padre deseaba que siguiera su misma profesión: la ingeniería. Fue así como a los 18 años —y cuando había ya hecho sus primeras incursiones en la literatura— se graduó de ingeniero civil (profesión que nunca ejerció).

Pombo fue escritor por vocación y, sin duda, uno de los primeros poetas nacionales que eligió como destino el oficio de la escritura llevándola al rango de profesión. Por ello abandonó pronto las disciplinas científicas y comenzó a frecuentar los círculos culturales y sociales que le permitían el contacto con la literatura.

Acucioso lector (desde el colegio) de los clásicos y de sus contemporáneos más notables, antes de cumplir los 20 años escribía en publicaciones como El Filotémico y El Día con el seudónimo de Faraelio. Dirigió después, junto con José María Vergara y Vergara, unas hojas culturales, especie de periódico, que con el nombre de La Siesta intentaban renovar la cultura nacional. Allí aparecieron sus primeras traducciones de Byron, el poeta inglés del que recibió notable influencia. En 1853 se publicó su poema Mi amor en el que por primera vez firmó con el seudónimo de Edda, que le haría famoso entre los círculos más cultos.

En 1854 le atacó el virus de la política y bajo las órdenes de José Hilario López combatió contra la dictadura de Melo. En 1855 salió para los Estados Unidos como secretario de la Legación Colombiana e inició lo que sería una importante carrera diplomática con intervenciones notables en los tratados de límites con Costa Rica (recuérdese que Panamá era aún parte de Colombia) y en una intensa actividad relacionada con el propósito de lograr un acercamiento verdadero entre los países latinoamericanos. Para tal efecto, organizó distintas conferencias entre los representantes de las naciones del continente, y se constituyó así en el precursor del Panamericanismo y del Panhispanismo. La situación política le hizo regresar por pocos años al país para retornar luego a los Estados Unidos, donde continuó trabajando incesantemente como traductor, como asesor editorial y como escritor. Adaptó y reescribió fábulas para la prestigiosa Casa Appleton de Nueva York, trabajo que recibió elogios de la crítica. Mantuvo, también, importantes amistades en el mundo intelectual y periodístico y se rodeó de amistades femeninas que estimularon su ingenio y mitigaron su soledad. Entró en contacto, igualmente, con figuras de la talla del filósofo Ralph Waldo Emerson y del poeta romántico Henry Wadsworth Longfellow. Estando aún en Norteamérica, en el año de 1871, fue elegido miembro correspondiente de la recién creada Academia Colombiana de la Lengua. En 1872 regresó a la patria para quedarse por siempre.

A partir de 1873, cuando fue nombrado miembro de número de la Academia y luego secretario perpetuo de la misma, reinició una carrera brillante en las letras y la educación. Fue, prácticamente, el promotor y fundador de la Escuela de Bellas Artes y de La Escuela Normal (periódico oficial de la Dirección de Instrucción Pública). Se sucedieron así, innumerables textos: poemas, cuadros de costumbres y piezas descriptivas; ensayos, artículos, traducciones del inglés, del francés y del alemán, así como una nutrida correspondencia con los más importantes autores de habla hispana de ese momento. Con el paso del tiempo —y a medida que se iba conociendo su vasta obra literaria— Pombo comenzó a ser reconocido en todo su valor. En 1902 fue nombrado miembro honorario de la Academia Colombiana de Historia y en 1905 coronado como poeta en el Teatro de Colón. Cuando murió, en el año de 1912, la ciudad entera se volcó en su sepelio como signo de que su nombre ocupaba ya un lugar de honor en el corazón de sus conciudadanos.

Las Fábulas y verdades y los Cuentos pintados, obra que inmortalizó a Rafael Pombo en el ámbito de la literatura en lengua española, se originaron en los trabajos que como traductor y adaptador hizo el poeta para la casa editorial Appleton.

En Libro de lectura para la escuela y el hogar —artículo publicado en la revista Mundo Nuevo, de Nueva York, en 1871— se anunciaba la próxima colección de apólogos y moralidades compuesta por este compatriota con el título Fábulas y verdades. Sin embargo, su publicación no se realizó en esa época. Algunos textos aparecieron en los años siguientes en periódicos como La Escuela Normal y El Obrero. Es solo en 1893 cuando —bajo la dirección del editor Jorge Roa y en la Serie Biblioteca Popular— apareció Fábulas y verdades. Fue este pequeño libro, que contenía una selecta antología de los cuentos y fábulas de Pombo, el que más contribuyó a popularizar sus poemas infantiles. Años más tarde, en 1916, se publicó la edición oficial en la cual se organizó el material en tres secciones: Fábulas y verdades, Cuentos pintados y Cuentos morales para niños formales, con un apéndice que incluía un “Curioso método de lectura”, también en verso. A partir de ese momento, tanto en Colombia como a lo largo y ancho del continente americano, estos cuentos y poemas infantiles serán objeto de incontables publicaciones parciales y harán parte de casi todos los libros o manuales de texto destinados a la educación de los niños.

Casi por primera vez después de ocho décadas se publica ahora un trabajo editorial —objeto de rigurosa selección y elaboración— que ofrece casi en su totalidad esta obra imperecedera de un colombiano insigne.

Conocedor de Fedro, Esopo, La Fontaine, Iriarte, Samaniego, Campoamor, y fuertemente influido por los románticos ingleses y franceses (algunos de ellos autores de historietas y rimas populares que él tradujo), Pombo conservó la intención moralizante del neoclasicismo, pero le imprimió el sello inconfundible del artista, rasgo que no tiene época ni escuela, pero fue una constante preocupación romántica. Hay en esta obra un principio ético y social que la orienta, el de contribuir a la educación de los futuros ciudadanos, al lado de un principio pedagógico que apela al ritmo y a la imagen para facilitar la captación y el aprendizaje; pero, por sobre todo, el principio estético de que lo bueno si es bello, es doblemente bueno.

Estamos pues, ante la presencia de Fábulas y verdades —textos inolvidables de nuestra infancia— que tienen como temas fundamentales las virtudes y las buenas costumbres, los interrogantes filosóficos y, en mayor dosis —tal vez—, las sencillas pero a veces abrumadoras dificultades de la existencia en la historia personal de un niño.

Virtudes como el amor filial, la gratitud, la bondad, la higiene, el gusto por el trabajo y defectos como el egoísmo, la cobardía, la mentira, las malas maneras, materializan el universo imaginario de Fábulas y verdades a través de las actuaciones de animales domésticos como la gallina, el gato, el cerdo, la paloma, el caballo, el pájaro, el asno y otros del entorno natural, objetos representativos del medio —como el coche, el arado, el reloj, la muñeca— y situaciones de cada día concretan, así mismo, el universo poético del autor, en esta primera parte, a través, de textos de alto vuelo como El niño y la mariposa.

Puede verse en el recorrido completo del libro cómo su autor se pasea por todas las medidas: desde los sencillos octavos (propios de la canción y del romance) hasta los endecasílabos, con lo cual se demuestra que Pombo llegó a dominar verdaderamente el arte poético. La inclusión de pequeñas prosas, por otra parte, pareciera querer recordar, tal vez, el parentesco entre el poema y el cuento.

Están aquí presentes, por supuesto, los conflictos de la vida cotidiana, las anécdotas, las cosas triviales y serias. Pero, seguramente, como ayer y como siempre —chicos y grandes— las volveremos a leer sin sonrojarnos —convocando la risa y la alegría— porque la agilidad y la frescura del verso, su musicalidad y su tono lírico predominan sobre la historia misma; y porque miradas detenidas en el ojo y el oído del maestro o escuchadas cuidadosamente en la memoria del lector dejarán la clara sensación de que el lenguaje pulido y excelentemente articulado en todos sus niveles —a pesar de mezclar lo clásico con lo popular— genera, también, una actitud estética y creadora frente al mismo.

Son por ello estas Fábulas y verdades la parte más significativa de una obra fecunda en el campo de la literatura para niños en la que —como decíamos antes— se conserva la intención moralizante del género pero se destaca la calidad poética. A decir de sus estudiosos, Pombo manejó siempre el principio horaciano de “enseñar deleitando”. Deleite que, además, resulta del hecho de que en estos poemas se prioriza el valor de la oralidad y del diálogo que es el que, justamente, dota de un carácter particular al discurso literario dirigido a los niños. Y es esto lo que solidifica el mundo poético de Rafael Pombo.

Son, entonces, los de este libro, versos para ser dichos, fraseados, contados y jugados en la trama imaginativa que permite a su oyente o lector todavía, como desde hace casi un siglo, ponerse las alas de la fantasía para pensar seriamente pero con gracia en las pequeñas y grandes contradicciones de su existencia.

Carolina Mayorga R.

Profesora Asociada de la

Universidad Nacional de Colombia

El coche

¡Triqui!

¡Traque!

¡Juipi!

¡Juape!

¡Arre!

¡Hola!

¡Upa!, ¡vivo!, ¡carambola!

Así del pescante,


feroz, jadeante

se explica el cochero

de un coche viajero

que alzando humareda

y atroz polvareda

veloz, bamboleante

más brinca que rueda.

Y el látigo zumba,

y todo retumba

con tal alboroto,

cual de un terremoto

que al orbe derrumba,

y toda la gente

se agolpa imprudente

a ver qué noticia

al mundo desquicia,

o qué malhechores

o insignes traidores

cazó la justicia;

o qué personaje

va en urgente viaje

de cántaros de oro

que siguen ligeros

tal vez bandoleros,

galgos carniceros

en pos del tesoro.

Al fin paró el coche

ya entrada la noche,

y abriolo el gentío

con gran reverencia.

y (extraña ocurrencia)

lo hallaron... ¡vacío!


Tal es, en retrato,

más de un mentecato

de muchos que encuentro.

¡qué afán!, ¡qué aparato!

y nada por dentro.

El palomo de fiesta

El niño —¿Por qué estás tan alegre,

tan satisfecho,

arrullando solito

desde aquel techo

y revolviendo

la cabeza a ambos lados

como riendo?

El palomo —¿Y tú mismo, niñito,

no estás contento

viendo la fiesta hermosa

del firmamento?

¡ay! en tal día

hasta el que llora, llora

con alegría.

La gallina y el cerdo

Bebiendo una gallina

de un arroyuelo,

a cada trago alzaba

la vista al cielo,

y con el pico

gracias daba a quien hizo

licor tan rico.


—¿Qué es eso? —gruñó un puerco—,

¿qué significa

tan ridícula mueca?

Y ella replica:

—Nada, vecino.

La gratitud es griego

para un cochino.

Pero no hay alma noble

que no agradezca

hasta una gota de agua

que se le ofrezca;

y aún la gallina

siente la inagotable

bondad divina.

La paloma y el niño

Ojo alerta y arco en mano

iba por el bosque un día

un niño alegre y lozano

buscando, de su arma ufano,

un blanco a su puntería.


Pronto escucha el tierno arrullo

de alba paloma escondida

que halaga el amante orgullo

de su consorte, el murmullo

del árbol que los anida.

Vela al fin, el arco tiende,

la flecha parte, y muy luego

el ave al polvo desciende;

y él se aplaude, y no comprende

Pulsuz fraqment bitdi.

8,52 ₼