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Seriyadan: Trampa
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Edición en formato digital: febrero de 2021

© 2007, Igor Marojević

© 2021, Trampa ediciones, S. L.

Ciutat de Granada, 69, local B, 08005 Barcelona

© 2020, Trebor Escargot, por la traducción

© 2020, Julia Malkova, por el collage de cubierta

La traducción de esta novela cuenta con el apoyo

del Ministerio de Cultura e Información de la República de Serbia


Trampa ediciones apoya la protección del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, http://www.cedro.org) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

ISBN: 978-84-18469-02-2

Composición digital: Edimac

www.trampaediciones.com

ADVERTENCIA

El autor no comparte necesariamente las opiniones

expresadas en este libro.

ACLARACIÓN

Este libro se compone de artículos publicados entre los años 1941 y 1948 en varios medios de comunicación de diferentes perfiles ideológicos. El autor ha fijado el orden final de los textos en serbio, alemán y croata, y ha traducido los artículos escritos en estos dos últimos idiomas. También es el responsable del sistema de notas a pie de página, cuyo propósito es auxiliar al lector en su comprensión de ciertas referencias, fundamentalmente con respecto a la situación cultural y política en los Balcanes y concretamente en Zemun, uno de sus escasos pueblos multiculturales en la época de la Segunda Guerra Mundial.

Debido al paso del tiempo, una parte de los artículos no se ha conservado sino de forma incompleta. A este respecto, el autor ha reemplazado las palabras o frases ilegibles por tres puntos entre corchetes. En algunos de los artículos faltaban igualmente ciertos datos sobre la fecha de publicación, o incluso el nombre o apellido de sus autores. Con el fin de evitar una jerarquía que resultaría arbitraria, optó por no publicar este tipo de datos. Al omitir esta información, su intención ha sido precisamente subrayar la falta de jerarquía entre los autores y textos que han acabado componiendo esta novela.

1 EN EL NÚCLEO URBANO

INFORME SOBRE UN RECIÉN LLEGADO

Publicado en el Objektiver Beobachter (Semlin),[*]

un periódico semanal alemán de ideología nazi.

Hugo Ferdinand Boss completó su formación en Bad Urach, en una fábrica llamada Manufakturwaren-Engros-Geschäft. Luego, durante dos años, trabajó en una hilandería de punto en Metzingen, su pueblo natal entre Reutlingen, Dettingen y Eningen, no lejos de Stuttgart.

Hugo Boss participó en la Primera Guerra Mundial de un modo bastante discreto. A pesar de la floreciente expansión de la crisis económica en el mundo entero, después de la guerra logró emplearse en Constanza, un pueblo alejado de Metzingen, cerca de la frontera con Suiza. Aquel pueblo frío y gris no le gustó, como tampoco su trabajo en una fábrica de paños. Por eso fantaseaba con la idea de abrir su propia empresa textil en su pueblo natal, así como una cuenta bancaria al otro lado de la frontera. En 1924, cuando su padre Heinrich murió, Hugo Boss pudo ver por fin cumplido su ansiado deseo de establecer su propia tienda.

Heredó su taller de prendas íntimas, tanto femeninas como masculinas, y el negocio fue creciendo. Con la ayuda de su madre Luise y, más tarde, al casarse, también con la de su mujer Anna y otras veinte costureras, producía prendas de muy variada índole: ropa interior, ropa elegante, ropa deportiva… Además, sus patrones se renovaban de continuo y resultaban notablemente diferentes de los que había confeccionado Heinrich Boss. Otra cosa que cambió Hugo fue el nombre de la empresa, aunque no mucho, pues se limitó a hacer desparecer el nombre del padre.

Ya en 1925, Boss comenzó a producir faldas largas destinadas, sobre todo, a las obreras: personas aparentemente responsables. Por desgracia, en lugar de la indumentaria moderna pero digna que Boss les había ofrecido a las trabajadoras de su tiempo, la mayoría de ellas prefirió otras faldas más baratas y cortas, cuya resistencia y duración eran directamente proporcionales a su longitud. Una mañana nubosa a principios de 1931, Hugo Ferdinand Boss cerró su empresa. Acababa de cumplir cuarenta y cinco años.

Hugo Boss había perdido su trabajo, pero invirtió casi todo su capital en el proyecto que presentó al concurso que, a principios de marzo de ese mismo año, se hizo público para determinar quién diseñaría los uniformes de las SS, de las SA y de las Hitler-Jugend, las Juventudes Hitlerianas. Utilizando un código secreto, al igual que el resto de los participantes, Hugo Boss completó y envió su proyecto. Las bases del concurso establecían que «se exigen uniformes cuyo corte y color siempre deberá representar, de una forma creativa, tanto la tradición aria como la fuerza y la serenidad».

Si el primero de abril de 1931 no se hubiese afiliado al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP por sus siglas en alemán) con el número 508.889, tal vez Hugo Boss no habría asegurado su triunfo. A principios de mayo, un jurado de expertos decidió otorgarle la adjudicación. Al margen de la dotación económica, el premio también convertía al ganador en el proveedor oficial de uniformes.

Pronto cambió la dirección de su empresa y de su casa en la calle Kronenstrasse de Metzingen, por Kanalstrasse, también en su pueblo natal. Entre otras cosas, porque el número de trabajadores de Boss no hacía más que crecer. Otro tanto podía decirse de las dimensiones del edificio que la alojaba, cada vez más lujoso, y del establecimiento comercial: en poco tiempo, la fábrica multiplicó su tamaño por diez (y por siete la plusvalía). Boss se dedicaba a confeccionar los uniformes que Hugo había diseñado para las SS, las SA y las Hitler-Jugend.

Por lo demás, su tiempo libre era muy agradable. Iba al restaurante Baumann junto al ayuntamiento y allí se distraía, comía, y bebía vinos caseros de Metzingen. También frecuentaba el restaurante La Estación de Trenes, donde disfrutaba de la compañía de su dueño, Jacob Stoll. Iba de caza con él y con los fabricantes Adolf Herold, Willy Bräuchle y Adolf Bauer.

Precisamente, Adolf Herold se convirtió en el mejor amigo de Hugo Boss. Adolf Herold era un judío relativamente honrado, leal, trabajador y, a diferencia de sus otros compañeros —cosa que para Hugo revestía la mayor importancia—, no era muy partidario de Schönbein, el descubridor del ozono y de la pila de combustible. Hasta que Hugo Ferdinand Boss se convirtiera en el modista más importante del país, en su pequeño pueblo no había más que un nombre famoso: Christian Friedrich Schönbein. Sus incondicionales, que a lo largo de las décadas anteriores habían engrandecido su fama, no se tomaron nada bien la prematura irrupción de Boss en el mundo de las celebridades metzingenses, vivas o muertas.

En lo cotidiano, el éxito de Hugo suscitó otro tipo de reacciones, siempre negativas, pues su nueva casa en la calle Kanalstrasse al lado del río, construida con hormigón, ladrillos y cristal, era unas quince veces mayor que las circundantes. En su exterior, durante la primavera y el verano, retozaban los jóvenes metzingenses al amparo de unos setos muy bien podados. Por otro lado, lo más bonito que tenían los vecinos en sus patios traseros eran colecciones de leños más o menos ordenadas. Hasta la irrupción en escena del artista Hugo Boss, las obras de arte más destacadas del pueblo eran las rústicas esculturas de botellas de vino y los racimos tallados en madera.

De pronto, su amante lo abandonó. La periodista Karen Frost, veintitantos años más joven que Hugo Boss, no se veía con ánimos de pasar más tiempo con él. Aquella relación satisfacía cada vez menos a la chica de Stuttgart —de Frost ya hablaremos en detalle con un informe dedicado a ella—, porque tenía claro que su amante no se divorciaría nunca. Para poner tierra de por medio, Karen Frost acabó aquí, en Zemun. Por su parte, Hugo Boss comenzó a acusarla por el fracaso de la relación. Tristeza que trató de aliviar en compañía de Bräuchle, Stoll y un panadero originario de Metzingen, con quienes bebía abundantes cantidades de vino de la comarca, blanco o tinto, igualmente célebres en el mundo entero.

 

Pero el destino le reservaba una nueva sorpresa, más desagradable si cabe. El caudillo del NDH,[**] Ante Pavelić, le envió una misiva en la que lo invitaba a visitar Zagreb por cuestiones de negocios. Al leer la invitación, el modista de Metzingen supo que la propuesta de Pavelić consistía en una estancia en la capital de su país para diseñar el nuevo uniforme de los ustachi, el ejército croata. Para el caudillo de Zagreb o Poglavnik se trataba de una cuestión de vital importancia, pues algunos periodistas serbios habían descubierto que los uniformes negros del ejército croata eran un burdo plagio de nuestro Allgemeine negro,[***] cuyo autor, y éste era el motivo de la invitación, era el mismo Boss. De modo que, para cerrarles el pico a los periodistas serbios, el Poglavnik pretendía que los soldados croatas dispusiesen, igual que los soldados alemanes, de su propia vestimenta Boss original, y no de una simple imitación.

En su respuesta, el modista le hizo saber a Pavelić que lamentablemente sus problemas de agenda no le permitían viajar a Zagreb. En un nuevo despacho, el Poglavnik le propuso que recibiese en Metzingen a una delegación de los ustachi, oferta que Boss también rechazó.

Sin embargo, de pronto se le ocurrió que Zagreb no debía de estar muy lejos de Zemun, donde sabía que se había instalado su examante Karen Frost. Así que le pidió a Martin Eberhard, ayudante suyo y encargado de reclutar a las trabajadoras extranjeras para la fábrica Boss, que le preparase un completo informe sobre Zemun. A Martin Eberhard semejante misión no le resultó complicada en absoluto, no en vano completaba su sueldo colaborando con la Gestapo. De modo que en poco tiempo lo puso en conocimiento de los datos básicos de Zemun.

Zemun es una pequeña ciudad cercana a Belgrado que, desde abril del corriente año 1941, forma parte del Estado Independiente de Croacia, aunque la mayoría de sus habitantes son serbios… Según Eberhard, en Zemun los croatas nos temen, nosotros tememos a serbios (por ser la nación mayoritaria y porque sus cachorros suelen dedicar su tiempo a menesteres peligrosos y absurdos), y los serbios temen a los croatas porque, durante el último año les han obligado a llevar un brazal con la letra P –por pravoslavci, cristianos ortodoxos–, para distinguirlos a simple vista de la mayoría católico-croata, y han acabado con la vida de miles y miles de serbios, a menudo utilizando los cuchillos producidos en nuestra fábrica de Solingen… Los asesinatos colectivos parecen una vendetta desproporcionada, en respuesta a ciertos maltratos que los serbios infligieron a los croatas cuando vivían en aquel país común llamado Yugoslavia, y más atrás en el tiempo, Reino de los serbios, croatas y eslovenos… Pero no es muy habitual que esas matanzas ocurran en Zemun, donde gracias a un juego de tensiones y miedos mutuos, las tres naciones coexisten en una calma relativa. La administración de Zemun pasa periódicamente de manos croatas a manos serbias y viceversa. Por ejemplo, a principios de diciembre, Radio Zemun dejó de estar bajo control serbio y pasó a manos de la Asociación Croata de Programas de Radio. Ciertos cambios en la legislación comercial y aeroportuaria, así como en la emisora de radio, serían celebrados en el centro de Zemun con el primer desfile de uniformes pseudo Boss. Sin embargo, el encargado de las cuestiones industriales de la Administración Militar de Serbia (AMS), Franz Neuhausen, decidió que todos aquellos que se encontrasen en la zona de la AMS podían acudir en cualquier momento a su oficina, que seguiría teniendo su sede en el aeropuerto zemunense, y que los periodistas serbios de la emisora de radio local formarían su personal técnico.

Así se lo hizo saber Martin Eberhard al señor Boss, a quien no le quedó claro prácticamente nada, aunque al final decidió viajar a Zemun. Saldría en busca de Karen Frost y se metería de lleno en el embrollo serbocroata.

En lo que respectaba a sus negocios, Hugo Boss consideró que su partida no tenía por qué implicar un riesgo importante. A fin de cuentas, Boss era, junto con Fischer & Lohr y Emil Wuster, una de las pocas empresas de Metzingen que había crecido de forma notable en los últimos diez años. En cuanto a la supervisión y coordinación del trabajo, tenía mucha confianza en su mujer Anna y en su hija Gertruda, así como en el propio Eberhard. De modo que Hugo Ferdinand Boss mantuvo una larga conversación telefónica con Pavelić, le hizo saber que aceptaba el trabajo, y le comunicó que estaba dispuesto a pasar cierto tiempo en territorio administrativo del NDH. Sólo le puso una condición: no se instalaría en Zagreb, sino en Zemun. Aunque lo cierto es que ahora que por fin ha venido, no se descarta que ponga nuevas condiciones.

«EL INVISIBLE» EN LA COMIDA DE GALA

Publicado en El verdadero guarda fronterizo (Pravi graničar, Zemun), un periódico ilegal de ideología comunista.

Mientras se comía una chuleta, el general de división nazi Franz Neuhausen se fijó en un joven barbudo que con mucha calma y cierto convencimiento devoraba los trozos de cerdo de la bandeja plateada.

—¿Quién es ese joven? —preguntó el general de división en voz baja.

—Es Novak Maričić, el nuevo traductor del señor Dangić. Las negociaciones sobre el este de Bosnia acabaron por agotar a sus intérpretes anteriores —le chivó en voz baja su traductora y nueva coordinadora de Radio Zemun, Karen Frost, de pelo largo y asquerosamente rubio.

Neuhausen se volvió hacia el comandante del comité serbio J. S. Dangić:

—Gracias a la ayuda de la Agregación militar alemana, los croatas no aceptaron su propuesta de que el este de Bosnia dejase de formar parte del NDH —dijo Neuhausen.

—Pero hasta la fecha, sólo los alemanes y algunos nacionalistas serbios luchábamos contra aquellos cuya estrella, si hemos de confiar en el color, se sonroja ante sus propios usuarios —dijo Dangić—. El ejército del señor Vincetić —y señaló con la cabeza al vicecónsul del NDH en Belgrado, que no comía carne, pero bebía vino— es, en efecto, la única fuerza militar que no participa en la guerra. Señor Vincetić, si nos aliamos, no tendréis tiempo para la que viene siendo vuestra única ocupación: torturar y asesinar a los serbios sin motivo alguno… —y de pronto rompió a llorar.

Novak Maričić tradujo sus palabras. Su alemán resultaba impresionante, tanto por la precisión como por las grandes lagunas en ciertos aspectos gramaticales. Afirmó que el vino era muy bueno. Acercando su silla a la de Neuhausen, Vincetić señaló con el dedo a Dangić y, acto seguido, a la botella de Asbach Uralt. Mencionó las uvas de la isla croata de Vis y reprochó algo al general de división. Karen intentó traducir sus palabras a Neuhausen, pero el general de división nazi negó con la mano.

—Entonces, quizá lo más lógico sería que el Comité serbio colaborase en la operación con uniformes pseudo Boss —dijo Dangić, que al parecer hallaba tanto placer en guerrear que no le importaba con quién ni contra quién—. Al final, no es tan extraño que los que se odian trabajen juntos…

—Yo puedo destacar algunos rasgos positivos de los serbios —dijo el general de división nazi—. Me gustan los pequeños arcos de piedra del monasterio de Ostrog, esos que unos fervientes ortodoxos atraviesan con la cabeza gacha para humillarse ante Dios y, al mismo tiempo, para no partirse la crisma. Estuve allí, cerca de la ciudad de Nikšić, cuando la situación en los Balcanes se estabilizó con la llegada de los soldados alemanes. Si los italianos no se hubiesen adueñado de Montenegro, me habría ganado el puesto de director de las minas de Nikšić. Comencé a viajar a Bor, Majdanpek, Aleksinac y Kostolac para visitar mis minas en Serbia y organizar desde mi puesto de director de las minas de Bor la exportación de minerales al Reich, con lo que conseguí nuevos encargos, sobre todo el de jefe del sector industrial de la AMS. Y como usted bien sabe, así conseguí dividir la sede administrativa, desligando de ella la sección industrial. Pronto la convertí en una institución independiente, llamada Consulado General de Cuestiones Industriales en la AMS y no en el NDH —dijo en tono de burla el general de división nazi y cónsul industrial general en la AMS, Franz Neuhausen.

Dangić le dijo que había pensado encargarle el apoyo propagandístico para la «limpieza ideológica» del este de Bosnia a Maričić, y sugirió que la operación de borrar la escoria roja del mapa de la zona contase también con el apoyo de un nuevo periódico. Karen Frost y Franz Neuhausen le preguntaron qué nombre le pondría y él respondió que El miembro del Comité (en alusión a su comité nacionalista del este de Bosnia, que tiene una importante base en Zemun). Al traducir estas palabras, Maričić se quejó de ciertos sonidos extraños. Y no se refería a los ronquidos de Vincetić, sino más bien al ruido que vuestro narrador no pudo evitar hacer justo entonces, cuando se acercaba con sigilo a Neuhausen. Él se volvió hacia Karen. La corpulenta alemana escuchó la pregunta de Neuhausen y llamó a Maričić. Entonces los dos civiles mascullaron algo ininteligible. Acto seguido, Frost le dijo a Neuhausen:

—Parece que el señor Maričić dispone de la suficiente experiencia periodística como para ocuparse del apoyo propagandístico.

Pasaron a considerar el lugar idóneo donde establecer tal centro propagandístico. Frost le dijo a Neuhausen que preferiría Zemun, no sin darle sus razones:

—Trabajo en Zemun y ya tengo piso.

—Además es una ciudad llana —dijo Maričić—, equipada con una cadena de radio que puede resultar útil no sólo para el apoyo a la acción de normalización ideológica del este de Bosnia, sino también para el periódico El miembro del Comité.

Karen informó de que si Radio Zemun se convertía en una emisora de apoyo propagandístico, la beca que le habían concedido a ella resultaría una inversión ideal, y añadió que Maričić podría ayudarle en su trabajo como jefa de redacción de Radio Zemun. En aquellos momentos, a vuestro narrador, Karen le pareció miserable, aunque era evidente que aquella puta no pensaba lo mismo.

Neuhausen le preguntó a Novak si le gustaría aceptar el trabajo en el nuevo periódico financiado por los alemanes, así como en la radio. Novak dijo que lo aceptaría con mucho gusto.

En la sala hacía cada vez más frío, pero nadie protestaba. La mayoría de los presentes se caldeaba con bebida en sus planes y maquinaciones. Por su parte, Karen Frost entraba en calor tecleando en la máquina de escribir Olympia todo cuanto habían acordado los presentes.

Neuhausen intentó despertar a Vincetić y ponerle un bolígrafo en la mano. Como si estuviese soñando que firmaba algo, el croata aceptó el bolígrafo. Sin abandonar su modorra, firmó de manera un tanto ilegible la aceptación por parte de los ustachi de los nuevos acuerdos sobre el este de Bosnia. Tras él, los demás también firmaron el documento redactado por Neuhausen y Dangić, tecleado por Frost. He aquí un nuevo pequeño país, el este de Bosnia, que nadie podrá jamás controlar, puesto que ni sus propios habitantes consiguen controlarse a sí mismos.

—De no haberle conocido a usted —le dijo Neuhausen al traductor y periodista Maričić—, a su jefe Dangić lo hubiésemos tenido por un mediocre.

Vuestro narrador tuvo que contener la risa. A tal efecto, concentrarse en el frío de la sala le fue de cierta ayuda. No obstante, se concentró demasiado y comenzó a temblar. Le pareció incluso que sufría un ataque epiléptico. Y aunque no hubo ataque porque no era epiléptico, finalmente estornudó.

Si Novak no le hubiera dado a vuestro narrador un terrible empujón, éste quizá habría conseguido salir a tiempo de la sala. Acto seguido, el narrador se dio de bruces contra el frío suelo entarimado, duro como un cuchillo obtuso.

Neuhausen hizo una llamada telefónica:

—Hemos capturado a ese bandido que distribuye prensa ilegal por Zemun, ese tipo tan bajo que casi nunca alcanzamos a ver. ¡Venid enseguida!

Der unsichtbare Mann! [*]Der unsichtbare Mann! —se oyó al final de todo. Eran los soldados alemanes que llegaban a detenerme.

 

En el próximo número: «Cómo escapa Der unsichtbare Mann de los guardias nazis»