No contra sangre y carne

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No contra sangre y carne
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No Contra

Sangre y Carne

la lucha contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes

Dr. Martyn Lloyd-Jones

Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629461-88-5

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Christian Focus Publications, Ltd. y Bryntirian Press para traducir e imprimir este libro, Not Against Flesh and Blood, al español.

Not Against Flesh and Blood Copyright © by Martyn Lloyd-Jones, 2012 Published by Christian Focus Publications, Ltd. Geanies House, Fearn, Ross~shire IV20 1TW, Great Britain www.christianfocus.com

This edition published by arrangement with Christian Focus Publications, Ltd., All rights reserved.

© 2015 por Publicaciones Faro de Gracia.

Traducción al español realizada por Gloria Ruiz González. Diseño de la portada por Joseph Hearne con Relative Creative.

Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

© Salvo que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

No Contra

Sangre y Carne

la lucha contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes

Dr. Martyn Lloyd-Jones


Contenido

Prólogo

1 LAS FUERZAS DEL MAL Y LAS NACIONES

2 LAS MANIFESTACIONES DE LAS POTESTADES DEL MAL

3 EL ESPIRITISMO Y EL CRISTIANO

4 LA POSESIÓN DEL DIABLO

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Prólogo

El triste, pero a menudo merecido, destino de la mayoría de los autores es la casi segura desaparición de sus libros poco después de su propia muerte. Esto suele ser así especialmente en el caso de los que se consideran los autores más actuales y contemporáneos de su época. El escritor más leído de una década suele caer en el olvido en la siguiente. Por eso es tan impresionante la influencia del Dr. Martyn Lloyd-Jones. “El doctor”, como se le conocía cariñosamente, murió el 1 de marzo de 1981, pero sus libros siguen gozando de la misma popularidad y autoridad que tuvieron durante su vida. De hecho, la producción literaria del doctor después de su muerte ha superado la que conoció durante su dilatado e ilustre ministerio de casi treinta años en la famosa Capilla de Westminster, en Londres.

Este influyente volumen, No contra sangre y carne, es un excelente ejemplo del poder y de la duradera relevancia del ministerio del doctor. Es firmemente bíblico, exhaustivamente ortodoxo, espiritualmente urgente y teológicamente sólido. Aparte de estas cualidades, el libro destaca por su valiente y oportuno tratamiento de la guerra espiritual, uno de los temas de mayor actualidad del cristianismo hoy en día.

En este libro podemos ver que, además de ser médico al uso, Martyn Lloyd-Jones era médico de almas. Habiéndose formado en Medicina, Lloyd-Jones trabajó como ayudante del médico del Rey. Cuando decidió dedicarse al ministerio cristiano y seguir su llamado a la predicación, seguro que muchas personas se preguntaron si su valiosa formación como médico se iba a desperdiciar. No contra sangre y carne contesta esa pregunta sin dejar lugar a dudas.

Este libro sólo pudo escribirlo alguien con sabiduría tanto médica como teológica. Como médico, el doctor sabía cómo tratar con la evidencia científica. Al enfrentarse a las pruebas del espiritismo (y sus manifestaciones), el doctor declaró la existencia real de la posesión y la actividad demoníacas. “No todos los casos son un fraude”, aseveró, afirmando la realidad de “ciertos fenómenos que no se pueden explicar” sin la existencia y la acción de espíritus malignos.

Al mismo tiempo defendió que “el cristianismo no puede negar los hechos”. Al contrario: “No se fortalece la defensa del cristianismo si se ignora algo (y me refiero a hechos, no a teorías); negar los hechos no sólo no es científico, tampoco es cristiano. El cristianismo se enfrenta a los hechos sin importar de dónde provengan, sea de la ciencia o de cualquier otra fuente. Nunca debemos basar nuestra postura en el oscurantismo, negándonos a enfrentarnos a hechos probados”.

Teniendo como telón de fondo el avivamiento del ocultismo de las décadas de 1960 y 1970, el doctor instó a la iglesia a afrontar el hecho absolutamente real de que se enfrentaba a una verdadera guerra espiritual y explicó que aquel avivamiento del ocultismo se debía a la creciente secularización de la época, una época que después se describiría como post-cristiana.

El doctor pensaba que dicho avivamiento, que según él cabía esperar, tenía sus raíces en un sistema de enseñanza que se había vuelto “puramente secular”, negando completamente la Biblia y rechazando a Dios y haciéndose ateo. Describió la sociedad británica de su tiempo y diagnosticó el problema: “en una era de declive moral, de impiedad, de excesos, una era en que la población ya no cree en Dios y empieza a coquetear con lo oculto y a jugar con el mal, invariablemente reaparece este fenómeno”.

Ante el avivamiento de lo oculto, Dr. Lloyd-Jones afirmó la realidad del mal y de lo demoníaco. En este libro tan importante, busca el origen de la amenaza del mal hasta llegar a la Caída en Génesis 3, declarando que solo “la Caída explica por qué son como son los hombres y las mujeres, esclavos del pecado y del diablo.”

Mientras que otros evangélicos situaban el problema del pecado solo en el ámbito individual, el doctor afirmaba que el mal podía manifestarse también a gran escala en las instituciones humanas. En contra de lo que pensaban los defensores de la utopía secular, que esperaban acabar con el mal mediante la acción internacional, el doctor declaró que los esfuerzos humanos por eliminar la guerra y la violencia mediante organismos internacionales son medidas temporales que no conducen a nada. En su opinión, todos estos esfuerzos no hacen sino dar vueltas y más vueltas en círculo.

Al mismo tiempo, el doctor expresó su total confianza en el evangelio de Jesucristo y en la victoria total de Cristo sobre el mal y sus demonios. Dr. Lloyd-Jones entendía correctamente que la única manera en que uno puede liberarse de los poderes de la oscuridad es convertirse a Cristo. Nadie que esté cimentado en Cristo puede ser poseído por un demonio.

Su formación médica juega un papel importante en este libro. Cuando observa los fenómenos de la actividad demoníaca, define cuidadosamente la evidencia de la posesión demoníaca, diferenciándola de las enfermedades médicas. Así, corrige la suposición del padre del niño de Mateo 17. El niño, cuyo padre pensaba que era epiléptico, se tiraba al fuego repetidamente. Sin embargo, como escribe Dr. Lloyd-Jones, este comportamiento tan deliberadamente auto-destructivo, que es ajeno a cualquier definición médica de la epilepsia, es prueba de una actividad puramente demoníaca. De la misma manera, el doctor reconoció el mérito de otro médico, Lucas, al trazar la línea divisoria entre lo médico y lo demoníaco en Lucas 4:40-41. “La Biblia establece una diferencia clara y científica entre las enfermedades, la posesión demoníaca y la locura”, afirmó. “No hay lugar a dudas.”

Martyn Lloyd-Jones no quería que su pueblo se confundiera. Su predicación era una apasionada muestra de clarificación bíblica y doctrinal. Dirigía a las personas a Cristo como único remedio para el mal y todos sus efectos. Su enseñanza se basaba en la total autoridad de la Escritura e interpretaba los textos bíblicos meticulosamente.

El doctor estaba convencido de la derrota del diablo, de los demonios y de todo el imperio del mal. Sabía que Cristo manifestaría su victoria completa en su momento, en el Día del Señor.

Era consciente de que, hasta que llegue ese momento, los cristianos necesitan comprender la realidad de lo demoníaco y la naturaleza de la guerra espiritual a la que todos estamos llamados.

Nunca tuve la oportunidad de escuchar al doctor predicar en persona. Lamento profundamente no haber podido oír su voz ni haber tenido el privilegio de conocerlo. Sin embargo, he escuchado cientos de horas de grabaciones de sus predicaciones y enseñanzas, y por eso sé que los escritos del doctor llevan la misma marca que sus predicaciones. Casi puedo oír su voz al leer sus palabras.

No contra sangre y carne es un libro tan importante ahora como lo era cuando se presentó a una congregación en directo en la forma de mensajes hace más de treinta años. Yo celebro la aparición de esta nueva edición y me siento honrado de presentársela a una nueva generación que necesita su mensaje de manera urgente.

 

Este libro contiene una gran cantidad de enseñanza espiritual y constituye un gran estímulo para la iglesia de cualquier época. ¿Por qué? Porque la iglesia está en una guerra espiritual permanente, y lo seguirá estando hasta que Jesús vuelva.

R. Albert Mohler, Jr.,

Southern Baptist Theological Seminary Louisville, Kentucky

1
LAS FUERZAS DEL MAL
Y LAS NACIONES

“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6.12). No hay nada más claro y evidente en el Nuevo Testamento que el hecho de que el cristiano es “un hombre nuevo”. Los cristianos no son simplemente hombres y mujeres buenos, no son sólo mejores que los demás; son esencialmente personas nuevas. Lo que nos hace cristianos es que experimentamos un nuevo nacimiento y, como consecuencia, somos partícipes de la naturaleza divina, la vida de Dios entra en nuestra alma y el Espíritu Santo habita en nosotros.

El Nuevo Testamento enfatiza constantemente el hecho de que, en palabras del apóstol Pablo, “si alguno está en Cristo, nueva criatura es”, y el resultado es que “las cosas viejas pasaron; he aquí”, dice Pablo, “todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5.17).

Esa es la característica más importante de los cristianos: todo es nuevo. Al tener una nueva mente, tenemos una nueva actitud, una nueva orientación, una manera completamente nueva de ver las cosas. Nuestra actitud hacia lo que nos rodea se ve influida por este profundo cambio que se ha producido en nuestro interior, y nuestra reacción ante todo lo que ocurre es, por fuerza, distinta a la de los demás. Consecuentemente, todo lo que nos pasa se convierte en una prueba de quienes somos y en qué creemos.

EL DOMINGO DEL RECUERDO

Los cristianos, por tanto, vemos días como el l amado Día del Recuerdo1 de un modo totalmente distinto a como lo ven los que no son cristianos. Estamos en el mundo al igual que las demás personas, sujetos a los mismos acontecimientos, a los mismos accidentes; como los demás, somos ciudadanos de este reino terrenal, pero tenemos nuestra propia manera de entender el Día del Recuerdo. Un día así se convierte en una prueba para quienes nos consideramos cristianos. ¿Qué significa para nosotros? ¿Cómo deberíamos conmemorarlo? ¿Qué mensaje tiene para nosotros? ¿Cuál es su significado? ¿Qué representa de verdad?

Maneras de recordar

Se puede reaccionar ante el Día del Recuerdo de muchas maneras. Se puede celebrar de formas distintas y preparar muchos tipos diferentes de culto cristiano para ese día. Puede hacerse algo puramente formal que no tenga significado. Se puede celebrar de la forma que se hace fuera de la iglesia, pero añadiéndole algún tipo de revestimiento religioso. Puede ser algo esencialmente nacional, una oportunidad de felicitarnos a nosotros mismos y demostrar lo orgullosos que nos sentimos. Puede ser tan sólo una ocasión para expresar luto o agradecimiento. Puede ser un tiempo para que la gente piense en la situación del mundo y exprese su opinión sobre la política internacional, sobre lo que debería hacerse y lo que no, y para considerar las distintas ramificaciones de las conversaciones sobre armamento y de las negociaciones de paz.

La manera cristiana

Por mi parte, yo pienso que la manera verdaderamente cristiana de celebrar el Día del Recuerdo es el indicado en estas palabras que estamos estudiando juntos. Esta es la manera espiritual y, al mismo tiempo, la única manera radical y profunda de tratar este tema. Y esto mismo lo pensamos con respecto a la enseñanza del Nuevo Testamento, al evangelio cristiano. Afirmamos que la característica más destacada del concepto bíblico de la vida y de la historia de la humanidad es su profundidad. La Biblia no se conforma con mirar las cosas en la superficie; no es mera observación. No nos da respuestas y explicaciones obvias ni se queda en clichés. Va hasta el fondo. La historia del siglo XX ha dejado en evidencia todo lo que habían dicho los filósofos y los psicólogos. La Biblia, y solo la Biblia, plantea las preguntas fundamentales, y solo ella tiene la respuesta adecuada.

Así que lo que sugiero es que aquí, en Efesios 6, encontramos la manera verdadera de entender el Día del Recuerdo. En este texto el apóstol nos lleva a la raíz del asunto al proponer que este mundo nuestro y todo el curso de la historia del hombre, en última instancia, no son más que el escenario donde tiene lugar un poderoso conflicto espiritual, un conflicto entre Dios y las fuerzas del cielo por un lado, y el diablo y las fuerzas del mal y del infierno por otro. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.

Y, según la Biblia, esa es la explicación última de toda la historia de la humanidad, tanto bíblica como secular.

EL ORIGEN DEL MAL EN EL MUNDO

La Biblia nos enseña cuál es el verdadero origen del mal, del diablo y de todos estos principados y potestades. En la Caída del hombre vemos cómo entraron en la historia esas potestades y fuerzas, cómo llegó el diablo y tentó a Adán y Eva y cómo, en su necedad, ellos lo escucharon y cayeron. Y también vemos que, a consecuencia de la Caída, el diablo y las potestades han estado dominando la vida de la humanidad.

No podemos entender el mundo de hoy sin la doctrina de la Caída. La Caída explica por qué son como son los hombres y las mujeres, esclavos del pecado y del diablo. El diablo es el dios de este mundo y, por naturaleza, estamos en el reino de la oscuridad.

El diablo y sus fuerzas ejercen su poder sobre nosotros; primero y sobre todo, atacan nuestra mente, pero también atacan nuestra naturaleza moral e incluso nuestro cuerpo. Y el diablo no limita sus ataques a los individuos. Una enseñanza fundamental de la Biblia es que el enemigo opera a escala mundial, con grupos mayores: estados, naciones y continentes. Todo esto hace surgir la cuestión de lo oculto, el espiritismo y la posesión demoníaca.

El mundo en guerra

Todos conocemos el estado en que se encuentra el mundo en estos momentos. Oímos decir que los países acumulan armas terribles en grandes cantidades. ¿Estamos a punto de entrar en la tercera guerra mundial? Estos son los pensamientos que todos tenemos en mente, así que veamos cómo trata la Biblia el tema de la guerra. Resumamos los principios que se enseñan en Efesios 6, y en la Biblia en general, con respecto a un día como el Día del Recuerdo, dedicado especialmente a las dos grandes guerras que tuvieron lugar en el siglo XX.

Las causas de la guerra

En primer lugar, ¿por qué existen las guerras? A día de hoy, la verdadera tragedia es que la gente no busca las causas. Están tan perplejos por los síntomas y las manifestaciones particulares que se concentran en ellos inmediatamente, intentando aplicar sus remedios. En vez de buscar la causa, hablan sobre armamento y cosas así, pero la Biblia se preocupa de la raíz del problema, de las explicaciones fundamentales. ¿Y cuáles son?

La respuesta la encontramos aquí: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne”. El primer principio que nos da la Biblia es que, contrariamente a la creencia generalizada, las causas de la guerra no se encuentran solo en las personas.

“Ah”, podría decir alguien, “si el Káiser no se hubiera vuelto loco, la Primera Guerra Mundial nunca se habría producido. Si no hubiera sido por Hitler, o Stalin, o Kruschev…” Eso es lo que piensan los políticos y la mayoría de la gente.

Pero no es lo que enseña la Biblia. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne.” No son los hombres.

Muchos otros piensan que el problema es puramente económico. Algunos dicen: “¡Si no fuera por el comunismo, todo iría bien!”, mientras que otros dicen lo mismo sobre el capitalismo. Todos concuerdan en que si pudiéramos solucionar el problema fundamental de la economía, las cosas se arreglarían.

Sin embargo, según la Biblia, no es así, porque la economía sigue siendo un problema humano.

Y las guerras tampoco estal an por razones meramente políticas. La política tiene que ver, por supuesto; todos estos factores tienen cierta importancia, pero al fin y al cabo son simplemente cosas que son usadas. No, nuestro conflicto no es contra carne y sangre. Estos males son resultado de la acción del diablo, de los principados y potestades, de los gobernadores de este siglo, los gobernadores de las tinieblas, de estas tinieblas espirituales en las regiones celestes, en los cielos. Son la obra del diablo, que opera tanto sobre los individuos como sobre grupos mayores.

El propósito del diablo

El objetivo supremo del diablo es traer confusión y caos. ¿Por qué? Porque la obra de Dios se caracteriza siempre por el orden y la perfección. Todo lo que hace Dios tiene orden y simetría, y el diablo, lleno de orgullo y antagonismo, odiando a Dios como lo odia, lo que quiere es destruir su obra. Por eso está siempre intentando causar agitación, discordia y confusión, y en ese sentido, ¿qué puede ser mejor que provocar una guerra? Y eso es lo que lleva siglos haciendo. Santiago dice: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?” (Santiago 4.1), y contesta: “¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” Esa es la obra del diablo, que juega con la mente y con la naturaleza moral para estimular estos elementos indignos en la humanidad caída. Y ahí está la explicación de las guerras.

Los métodos del diablo

Pero permítanme profundizar un poco en el tema. ¿Cómo provoca el diablo las guerras?

En primer lugar, el diablo produce rebeldía. Ataca la mente, y esa fue la tentación original: la rebeldía. Cuando Dios estableció su ley para el hombre y la mujer en el jardín, el diablo la cuestionó de inmediato. ¡Rebelión! Deja la ley y el orden aparte; tómate la justicia por tu mano; haz lo que te parezca. En última instancia, ésa es la causa de cualquier tipo de guerra, incluyendo la guerra moral que está teniendo lugar en distintos países hoy en día. Es la causa de los principales problemas que nos rodean. Los atracos violentos, los asesinatos, y todos los actos que ensucian la vida de una nación se deben a la anarquía, que viene del diablo.

Encontramos la misma anarquía entre las naciones. El desprecio por la ley y por su inviolabilidad es la raíz de todas las guerras. Las personas pueden firmar acuerdos, pueden hacer promesas solemnes en una conferencia de paz, pero de repente, por sus propias razones, rompen su promesas, se toman la justicia por su mano y actúan. ¿No es esa la causa de la guerra? Y esta anarquía, esta rebelión, la produce el diablo.

Entrando en más detalles, el diablo actúa sobre nuestro orgullo, tanto nacional como personal. Este tema del orgullo ha sido la causa de muchas guerras a lo largo de los siglos. Ha sido la causa de contiendas entre individuos y de guerras entre naciones. Las naciones se sienten orgullosas de sí mismas y de su soberanía nacional y exageran sus logros. Y eso, claro está, conduce siempre a los celos, la envidia y la oposición. En los libros de historia vemos que el orgullo, provocado siempre por el diablo, es una de las causas principales de las guerras.

El orgullo viene siempre acompañado de la avaricia y el egoísmo. Te pones a ti mismo en primer lugar. Sientes que eres una persona excepcional y que mereces tener todo lo que deseas. Las naciones creen que tienen derecho a poseer la tierra entera, así que atacan a otra nación sin que exista provocación alguna, la conquistan y la poseen. Esto no es más que una manifestación de ese orgullo original, de esa noción exagerada de uno mismo, de esa vanagloria que fue en última instancia la causa de la caída del propio diablo.

La avaricia, el egoísmo y el orgullo siempre conducen a un espíritu de desconfianza e incertidumbre. Vemos a un hombre que empieza a enaltecerse y nos ponemos a observarlo; con el tiempo, la mentalidad de ese hombre empieza a manifestarse también en nosotros. Así es como se crea el ambiente de guerra.

Estas son las causas fundamentales de la guerra. Hay personas necias que piensan que lo que la provoca es la fabricación de armamento, pero la pregunta es: ¿Qué lleva a los hombres a fabricar armas? ¿Cómo es que se les ocurre esa idea? Hay que volver a la raíz del problema, que es el orgullo.

 

Ilustraciones bíblicas

La Biblia está llena de ilustraciones de los métodos del diablo. En ella encontramos buena psicología y una filosofía sólida. Por supuesto, la primera ilustración bíblica es la de Caín. ¿Por qué existen las guerras? Porque existen personas como Caín. Eran dos hermanos, Caín y Abel, y sin razón alguna, Caín empezó a sentir celos de su hermano, unos celos terribles que pusieron en él el diablo, los principados y las potestades. Contra esto luchamos.

El diablo nos insinúa pensamientos que entran en nuestra mente sin que nos demos cuenta. Creemos que nuestro país es inocente, que nosotros nunca causamos ningún daño, que la culpa siempre es de la otra nación, pero la otra nación piensa lo mismo de nosotros. El asunto se resume en una palabra: Caín.

Después tenemos la historia de Nabot. El rey Acab, con todas las posesiones que tenía, se encaprichó de su viña. No tenía ningún derecho sobre ella; era la única posesión de Nabot, pero el rey la quería a cualquier precio. Deseaba tanto tenerla que, instigado por su esposa, Jezabel, la tomó de forma ilegal. Eso es lo que sucede dentro de una nación.

Pero esta anarquía no se da solo entre individuos o grupos; ocurre también a mayor escala. Eso es lo que sucede dentro de una nación. Piensen en cómo describe Génesis 6 a la humanidad antes del Diluvio: el vicio, la maldad (que siempre termina en disputa), los hombres y las mujeres enalteciéndose, dándole la espalda a Dios. Piensen en la Torre de Babel, otra ilustración igual que refleja el orgullo de una humanidad caída, sin regenerar. Piensen en las guerras en las que Israel tuvo que luchar contra otras naciones. Piensen en lo que leemos en el Antiguo Testamento sobre las grandes dinastías como las de Asiria y Babilonia, Media, Persia y Roma. Piensen en el inflamado orgullo de estos imperios que, uno detrás de otro, intentaron expandirse hasta alcanzar el mundo entero. Provocaron guerras, tumultos, miseria y desdicha entre la raza humana.

Poder demoníaco

Hasta ahora hemos visto lo que yo l amaría la acción general del diablo y de sus fuerzas, cómo él de alguna manera se queda en segundo plano, pero al mismo tiempo mete ideas en la cabeza de los individuos y de las naciones. Llegados a este punto, debemos dar un paso más porque, al mirar atrás tanto en la historia bíblica como en la secular, vemos claramente otra cosa: el elemento demoníaco. A veces no se trata sólo de puro egoísmo y maldad y orgullo o cosas así, sino que existe un factor adicional.

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